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El mañana del Amazonas

Algunos dirán que perder un 8% de una selva que se extiende por siete millones de kilómetros cuadrados no es como para preocuparse.

11 de diciembre de 2020 Por: Editorial .

Algunos dirán que perder un 8% de una selva que se extiende por siete millones de kilómetros cuadrados no es como para preocuparse. Pero cuando se sabe que esos 560.000 Km2 cumplen una función esencial para la vida del planeta, el asunto es a otro precio y empeora porque el daño aumenta día a día.

El dato corresponde a lo que el Amazonas perdió por deforestación entre los años 2000 y 2018, según la Red Amazónica, y sin que se sumen los 64.000 Km2 que en promedio van arrasados entre 2019 y 2020. El panorama futuro no pinta mejor si se reconoce la ineficacia de los controles para detener las causas de ese daño que afecta al mundo entero.

Si en Brasil es el propio gobierno el que ha relajado las medidas y permite la explotación de los recursos naturales como nunca se había visto, en Colombia es la incapacidad de detener la minería ilegal, la expansión indebida de las fronteras agropecuarias o el crecimiento de los territorios dedicados al narcotráfico lo que acaba con este territorio. En mayor o menor proporción la situación se repite en Perú, Bolivia, Ecuador o Venezuela, así como en las dos Guyanas y Surinam, los nueves países que comparten esas 700 millones de hectáreas donde habita la vida.

La preocupación es general, tanto en los países involucrados como en el resto del orbe que se beneficia de las importantes funciones ecológicas y ambientales que cumple el Amazonas, como ser el mayor receptor de emisiones de carbono. Por eso las soluciones pasan por las acciones que determine cada uno de esos nueve Estados, por las alianzas que se hagan entre todos y por el apoyo que brinde la comunidad internacional a la que le debe interesar todo lo que suceda en esta parte de Latinoamérica.

Aún reconociendo el compromiso que existe, y que se manifiesta por ejemplo en los pactos que se han firmado en diferentes épocas, como el de Leticia en el 2019 o la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica creada en el 2000, aquí lo que valen son los hechos concretos. Colombia hace esfuerzos permanentes, que se espera tengan resultados mejores que los obtenidos hasta ahora, porque lo cierto es que nada ha detenido el daño constante que desde diferentes frentes se cometen contra esa región.

En ese sentido son importantes acciones que además refuerzan la soberanía, como trasladar el despacho de todas las entidades ambientales nacionales a los departamentos que integran la Amazonía colombiana, tal como se hizo en el comienzo de este diciembre. Hay que estar al lado de las comunidades para que estas sean partícipes de las soluciones: sin ellas es imposible que los planes de reforestación prosperen; si no se les brinda la educación ambiental necesaria, no podrán ejercer como guardianes y vigilantes de ese gran territorio; si no se les enseña a hacer un uso sostenible de sus recursos naturales, estos seguirán desapareciendo.

Educación, control e inversión son la clave para detener la pérdida del gran Amazonas y para emprender su recuperación. Sin ese compromiso de cada nación, de todas en su conjunto y del resto del mundo, en pocos años ese 8% será un 20% y más pronto de lo que se piensa, de la Amazonía apenas quedará el recuerdo.

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