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El mal vecino

Son tantas las denuncias sobre lo que ocurre a diario en Venezuela y la manera en que la dictadura de Nicolás Maduro interviene en nuestros asuntos internos o maltrata a los venezolanos, que ya parece perdida la sensibilidad sobre el sufrido país. Sin embargo, es nuestro vecino, y lo que suceda allá afecta de manera cruda a Colombia.

24 de agosto de 2020 Por: Editorial .

Son tantas las denuncias sobre lo que ocurre a diario en Venezuela y la manera en que la dictadura de Nicolás Maduro interviene en nuestros asuntos internos o maltrata a los venezolanos, que ya parece perdida la sensibilidad sobre el sufrido país. Sin embargo, es nuestro vecino, y lo que suceda allá afecta de manera cruda a Colombia.

Está en primer lugar la manera en que el régimen les niega el acceso a los miles de venezolanos que fueron expulsados de su país por la situación a la cual ha sido condenado. Son millones de personas que prefirieron emigrar en busca de oportunidades, de sustento y tranquilidad, asumiendo los riesgos y enfrentando situaciones en todo el continente que pueden calificarse de calamitosas.

La mayoría de esos seres humanos huyeron por la frontera que nos une a Venezuela y más de un millón y medio de ellos se quedaron aquí, donde han recibido una acogida generosa, así su presencia haya derivado en problemas como el desempleo y la congestión de los servicios de salud.
No obstante, la situación de la inmensa mayoría de esos inmigrantes es difícil, mientras otro tanto se dirigió hacia el sur del continente, donde experimentaron circunstancias parecidas.

La aparición de la pandemia significó un repentino y dramático cambio que agudizó las precarias condiciones de esos venezolanos necesitados del apoyo y la solidaridad. Ello ha llevado a que muchos busquen el regreso a sus lugares de origen y por el mismo sitio por el cual emigraron: la frontera colombo venezolana.

Y la respuesta de la dictadura de Maduro no podía ser peor: se sabe que hay más de 40.000 venezolanos hacinados en Cúcuta y los cascos urbanos de la región, a la espera de que abran los pasos fronterizos para permitirles el regreso a su país. Son personas en la más precaria situación que reclaman su derecho a vivir en su patria, el cual les es negado, a pesar de que en los últimos días, la presión internacional ha obligado al régimen a abrir su frontera.

El otro aspecto de esa tragedia está en el esfuerzo que realiza Colombia para atender la que es la migración más grande de pueblo alguno en la actualidad. Esfuerzo que le ha significado destinar importantes recursos, necesarios para hacerle frente ahora a la pandemia, y que sólo ha recibido pocos apoyos de la comunidad internacional, no obstante las expresiones de solidaridad y las palmadas en la espalda.

Entre tanto, el totalitarismo que manda en Venezuela se empeña en aumentar el ambiente bélico con innecesarias movilizaciones de tropas y armamentismos que no resuelven la situación de su destruido país. Se sabe que el régimen está negociando misiles con Irán que de ser instalados en Venezuela podrían alcanzar a los Estados Unidos, un desafío que puede desencadenar consecuencias incalculables.

Ese es el poder que manda en Venezuela. Es el que impera en nuestro vecino y apoya los grupos de violencia que atacan en Colombia, generando en la frontera todo un escenario de guerra, mientras desconoce los derechos de los venezolanos. Y entre tanto, la comunidad internacional parece impasible ante el drama humano y el conflicto que crece ante la indiferencia.

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