El impacto del volcán

¿La magnitud de la explosión pudo afectar, por ejemplo, la rotación de la Tierra? ¿Qué efectos tienen los cambios en la presión atmosférica, que pasó de 1 a 8 milibares al paso de la onda?

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21 de ene de 2022, 11:55 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 11:33 a. m.

Hace más de mil años no se presentaba en el planeta una erupción como la del volcán Hunga-Tonga-Hunga-Ha’apai, ocurrida hace ochos días en el Pacífico sur. Además del impacto inmediato que provocó la explosión, hay inquietud por los efectos que tendrá sobre la Tierra y la naturaleza.

Encontrar volcanes submarinos que estén activos no es extraño. Se cuentan por decenas en el Pacífico, el Índico o el Atlántico, y por su movimiento emergen nuevas islas o desaparecen otras, y en general sus erupciones son frecuentes. De hecho el Hunga-Tonga tuvo algunas moderadas entre el 20 de diciembre y el 13 de enero que no generaron alarma, hasta que sucedió la del pasado sábado.

El mundo se enteró de inmediato de la gigante explosión por el registro captado por los satélites. Según la Nasa, la energía que desató fue equivalente a 10 megatones, 500 veces más que la bomba nuclear lanzada en Hiroshima; el penacho de lava y ceniza alcanzó los 20 kilómetros de altura -es decir que ingresó en la estratosfera- y creó una nube de aproximadamente 230 kilómetros de ancho que oculto por varios días las 117 islas que conforman el reino polinesio de Tonga, lo que ha dificultado conocer los daños que sufrió así como enviar ayuda humanitaria.

Aunque parezca increíble, el efecto de la erupción del volcán lo sintió todo el planeta, como el tsunami que se desató en el Pacífico y alcanzó en pocas horas las costas de Suramérica impactando a Chile, Ecuador y Perú, país donde fallecieron dos personas y se produjo un derrame de petróleo. La onda explosiva recorrió 7000 kilómetros y la onda acústica llegó hasta Los Pirineos distante a 17.000 kilómetros por la ruta más corta y se recibió de nuevo cuatro horas después cuando recorrió el globo terráqueo en sentido contrario.

Ocho días después las inquietudes no se han despejado y hay que seguir preguntando qué pasó o cuáles serán las consecuencias sobre el planeta. ¿La magnitud de la explosión pudo afectar, por ejemplo, la rotación de la Tierra? ¿Qué efectos tienen los cambios en la presión atmosférica, que pasó de 1 a 8 milibares al paso de la onda? ¿Y qué del equilibrio ecológico en el océano?

No se trató de cualquier erupción y el problema no es solo por la lava que expulsó el volcán o por las formaciones insulares que se creen o desaparezcan. Una explosión así debió repercutir de manera inmediata en la fauna y flora del Pacífico Sur, ocasionando pérdidas importantes o provocando un desequilibrio en el mundo marino. Incluso hay que preguntarse qué efectos tuvo o tendrá sobre las costas colombianas o por qué se sintió con más fuerza en Ecuador, Perú y Chile y no en nuestro país.

El desconocimiento es tan enorme como lo fue la erupción del volcán Hunga-Tonga-Hunga-Ha’apai. Lo certero es que la Tierra es un planeta que se encuentra aún en proceso de formación y la humanidad está expuesta a eventos naturales como éste que no se había visto en generaciones.

Ya no es solo hablar del cambio climático o del calentamiento global, que sin duda pueden influir en su ocurrencia, potencia y frecuencia. Hay que pensar en cómo hacerle frente a estos fenómenos y cómo desarrollar aún más las tecnologías para, en lo posible, preverlos con anticipación y evitar las tragedias que conllevan.

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