El drama en la frontera

Es cierto que Estados Unidos no es responsable de la crisis migratoria, pero tratando como animales de corral a estas personas no hallará soluciones

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7 de jul de 2019, 11:55 p. m.

Actualizado el 19 de may de 2023, 05:09 a. m.

La fotografía de un joven padre con su hija de dos años ahogados en el río Bravo entre México y Estados Unidos refleja el terrible drama que se vive en la frontera. Y debe ser un llamado para buscar las causas y las soluciones que permitan acabar con la tragedia.

Pobreza, persecución y muerte es lo hoy rodea los 3170 kilómetros que separan a esos países. La llegada del presidente Donald Trump desató una persecución sin precedentes. Su gobierno no ha sido claro y el enredo en que se encuentra causa más indignación y rechazo.

La utilización de la bandera contra los migrantes para sus fines políticos, el anuncio de batidas contra los ilegales para luego suspenderlas y las presiones al Congreso para construir un muro reflejan una deshumanizada manera de afrontar lo que sin duda es el deber de un gobierno de impedir las consecuencias de una migración desordenada.

Lo cierto es que hay una diferencia cada vez más abismal entre la prosperidad de Estados Unidos y la pobreza y el fracaso que arrasa las sociedades de países como Honduras, El Salvador y Guatemala, incluyendo a Nicaragua, víctima de los atropellos del régimen de Daniel Ortega. La muerte de Óscar Martínez y su pequeña hija es la tragedia de miles de personas que prefieren arriesgar su vida pasando fronteras y afrontando los vejámenes que suelen suceder en el camino hacia Estados Unidos, a permanecer en sus países.

De otra parte están las imágenes de migrantes detenidos y hacinados en habitaciones y durmiendo en el suelo, de niños maltratados y separados de sus padres, personas que no se han podido bañar y deambulan hambrientas por los corredores, son desoladoras. Así lo comprobaron funcionarios del gobierno estadounidense en los centros de reclusión de Texas, comparados por una congresista demócrata con campos de concentración fascista.

La situación es avasalladora. Y mientras las condiciones de violencia, marginalidad y desempleo no cambien en los países expulsores, la migración persistirá a pesar de los riesgos. Los gobiernos de estos países son incapaces de controlar la delincuencia y la corrupción. La gente ya no encuentra un futuro y decide jugarse la vida en la aventura, muchas veces mortal, de la inmigración ilegal. Tan solo el año pasado fallecieron cerca de 400 personas tratando de alcanzar un ‘sueño americano’ que fácilmente se convierte en una pesadilla.

Es cierto que Estados Unidos no es responsable de la crisis migratoria, pero tratando como animales de corral a estas personas no hallará soluciones. Y no habrá salida posible sin que los gobiernos de los países donde se origina esa migración sean capaces de devolverle a su gente la posibilidad de vivir y progresar dignamente, de proteger sus derechos y garantizarles la convivencia.

Algo tiene que cambiar, mucho más que la represión. Mientras tanto, hay que reconocer que la tragedia de la frontera sí le servirá al presidente Trump en su campaña reeleccionista para acentuar el racismo y ganar adeptos entre aquellos que creen en la supremacía blanca y en los que ven a los migrantes como la raíz de sus problemas.

Directora de El País, estudió comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana. Está vinculada al diario EL País desde 1992 primero como periodista política, luego como editora internacional y durante cerca de 20 años como editora de Opinión. Desde agosto de 2023 es la directora de El País.

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