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El diálogo de sordos

Treinta y siete días completa el paro organizado por la Federación Colombiana de Educadores, Fecode. El daño a la educación de millones de niños y jóvenes colombianos no puede ser comparable a las ventajas económicas que pretenden los dirigentes del sindicato.

15 de junio de 2017 Por: Editorial .

Treinta y siete días completa el paro organizado por la Federación Colombiana de Educadores, Fecode. El daño a la educación de millones de niños y jóvenes colombianos no puede ser comparable a las ventajas económicas que pretenden los dirigentes del sindicato.

Son ya dos meses sin clases, además de la incertidumbre sobre la continuidad del año lectivo. Se dice que no hay problema en recuperar el tiempo perdido, algunos como la Gobernadora del Valle pide que no se les descuente los salarios a los huelguistas por los días que dejaron de cumplir sus obligaciones y otros insinúan que se junten el paro con las vacaciones escolares.

Queda claro entonces que lo que menos importa para Fecode es la educación de los niños y jóvenes. También queda al desnudo que su preocupación sobre el estado de los edificios, las escuelas y los colegios, así como las limitaciones para enseñar, son apenas excusas para presionar por lo que de verdad les interesa: un aumento de remuneraciones, de prebendas económicas y de reformas al escalafón que beneficie a sus afiliados.

Y detrás de eso hay una demostración de fuerza nociva e inconducente de los dirigentes sindicales que se han trenzado en un ilimitado forcejeo con el Gobierno, dando a entender que ellos y no las autoridades tienen la sartén por el mango y pueden realizar tomas y desfiles en las calles. En sus intenciones no está reconocer el daño que le están causando a la Nación, y mucho menos, el que ya le han ocasionado a los profesores y maestros que se ven señalados por los padres de familia y por la opinión pública como causantes del caos que ha generado la parálisis.

No es extraño que en los cálculos de Fecode esté el interés por desencadenar reacciones de fuerza del Gobierno que muestren la faceta represiva que hasta ahora sólo ha aparecido en pocas ocasiones. Por eso han aumentado las tomas y ya se habla de realizar bloqueos y vías de hecho que afecten a la sociedad que no los respalda.

Y frente a ello, el Gobierno ha jugado sus cartas, haciendo ofertas y mostrando razones por las cuales no puede satisfacer las jugosas demandas de Fecode. Ahora se habla de conseguir un ‘facilitador’ mientras los dirigentes del paro se niegan a ceder o a escuchar las razones por las cuales el Ministro de Hacienda se niega a entregar más recursos.

Los colombianos estamos pues frente a un diálogo que no existe, entre una parte que usa la fuerza para conseguir más beneficios económicos, y la otra, que no tiene los recursos suficientes para satisfacer las demandas. Es una interlocución hasta ahora pacífica en la cual no hay ganador posible puesto que con ese forcejeo eterno e inútil para Colombia sólo se logra desprestigiar la educación pública y aumentar el rechazo de los colombianos al paro de Fecode.

Lo que sí es innegable es que ya hay perdedores: son los ocho millones de niños y jóvenes que no pueden educarse, las millones de familias que padecen las consecuencias y la Nación, que no comprende por qué la protesta social puede ser usada para conseguir dividendos económicos y de espaldas al interés común.

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