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El desafío permanente

La situación del norte del Cauca es preocupante y demanda la presencia integral del Estado para detener un problema que alimenta el narcotráfico, ejecutan algunas comunidades indígenas y manipulan en las tinieblas personajes interesados en crear un conflicto de consecuencias impensables.

28 de julio de 2020 Por: Editorial .

La situación del norte del Cauca es preocupante y demanda la presencia integral del Estado para detener un problema que alimenta el narcotráfico, ejecutan algunas comunidades indígenas y manipulan en las tinieblas personajes interesados en crear un conflicto de consecuencias impensables. Y no es sólo con la Fuerza Pública o con transferencias de recursos y auxilios como se debe enfrentar ese desafío.

La embestida lleva varios años, y el mascarón de proa es la supuesta “recuperación de la madre tierra”. Con ese discurso se invade la propiedad privada adquirida conforme a la ley, se destruyen empresas agropecuarias legítimas, se ataca también a comunidades negras. Con ello, todos los preceptos constitucionales y legales creados que reconocen un tratamiento especial a los pueblos indígenas, son desconocidos y reemplazados por las vías de hecho.

Y a su lado están las organizaciones criminales que bajo distintas denominaciones protegen el inmenso emporio de la marihuana, la siembra de coca, los laboratorios y los corredores para sacar su producido hacia el Pacífico o hacia el centro del país. Esas organizaciones se encargan de atacar con bombas, emboscadas y asesinatos, mientras hostigan al Ejército y a la Policía cuando emprenden acciones para proteger la propiedad privada o erradicar los cultivos ilícitos.

La semana pasada, un grupo de indígenas, al parecer pagados y traídos de otras partes, rodeó a una compañía del Ejército que realizaba la erradicación de marihuana y coca en inmediaciones de Santander de Quilichao. El video publicado por los promotores muestra la manera en que retan a los soldados, tratando de provocar una reacción que permitiera explotarla contra la Institución, lo que no pudieron lograr.

Antes se produjeron invasiones a varios predios de la región que aún se mantienen, y ataques a una comunidad afrocolombiana en inmediaciones de Caloto y Guachené. Así mismo, son frecuentes los atentados dinamiteros y cobardes a la Policía en Miranda y Corinto, de criminales que se ocultan en las zonas de reserva indígena y también asesinan a quienes no colaboran con ese mundo de violencia que les han impuesto.

El Estado no puede seguir a la defensiva en el norte del Cauca, ni la respuesta puede limitarse a la presencia de la Fuerza Pública, incapaz por sí sola de cubrir todo el territorio que se extiende desde la Cordillera Central hasta el océano Pacífico. Para ello deben actuar los organismos de investigación, la Justicia y todas las autoridades con capacidad para enfrentar lo que tiene todas las características de una alianza para desconocer las instituciones legítimas.

Hasta ahora, la política de apaciguamiento, de promesas y concesiones, ha llevado a poner al Ejército y la Policía en la primera línea de un enfrentamiento que no es solo con grupos armados ilegales. Lo que sí existe es una asociación que pretende imponer un conflicto, usando la fuerza y abusando de las comunidades indígenas. Esa combinación no puede ser ignorada por más tiempo pues con ello se está poniendo en riesgo a miles de personas, además de la vigencia de la Constitución.

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