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El desafío de Johnson

Los desarrollos de la crisis causada en Gran Betraña por su posible salida del tratado de la Unión Europea han sido vertiginosos y apasionantes en la semana que termina. Sin embargo, el cumplimiento de la orden que salió del referendo de 2016 es cada vez más confuso y se agotan las posibilidades de encontrar la solución.

5 de septiembre de 2019 Por: Vicky Perea García

Los desarrollos de la crisis causada en Gran Betraña por su posible salida del tratado de la Unión Europea han sido vertiginosos y apasionantes en la semana que termina. Sin embargo, el cumplimiento de la orden que salió del referendo de 2016 es cada vez más confuso y se agotan las posibilidades de encontrar la solución.

Lo ocurrido desde el lunes fue ante todo un pulso entre el primer ministro Boris Johnson y la Cámara de los Comunes por el poder en el Reino Unido. Por primera vez en setenta y cuatro años, el jefe del Ejecutivo se atrevió a cerrar las sesiones del Parlamento durante cinco semanas, alegando la necesidad de preparar su agenda de gobierno. En el fondo, lo que el polémico presidente del Partido Conservador pretendió fue impedir que los opositores al llamado Brexit, mayoría en la Cámara, actuaran contra sus designios, sacar a Gran Bretaña a la brava y sin negociación de la UE.

La respuesta no se hizo esperar. Ante el desafío de sus prerrogativas como cabeza de una democracia parlamentaria establecida hace ochocientos años y perfeccionada hace tres siglos, los miembros de esa corporación actuaron con celeridad. Primero, recuperaron el manejo de su agenda; luego, en veinticuatro horas votaron una ley que prohíbe la salida sin una negociación con la UE, lo mismo que causó la renuncia de Theresa May, antecesora de Johnson.

Fueron dos golpes producidos por la deserción de miembros del Partido Conservador, lo cual dejó en minoría al Gobierno y desnudó en toda su gravedad su precaria situación al retar a la Cámara. Y por si fuera poco, al siguiente día, el miércoles pasado, negaron la proposición del Primer Ministro para convocar a elecciones generales el 15 de octubre, quince días antes de cumplirse el plazo para el Brexit con o sin negociación.

Esta fue la jugada de Johnson, basada en su popularidad, que se estrelló contra la decisión del Parlamento que le propinó otra derrota aplastante, causada por la oposición del Partido Laborista y sus aliados a la cual se sumaron veintiún conservadores y varios ministros del gobierno, incluido el hermano del Primer Ministro. Fue la reacción de los Comunes contra el desafío de Johnson a la democracia parlamentaria que pretendió desconocer para imponer su parecer sin importar las consecuencias.

El otro aspecto es la incertidumbre en que está la política en Gran Bretaña. Con un Primer Ministro que se niega a negociar con la UE diciendo que “prefiere la muerte”, y un Parlamento que en su gran mayoría se opone a cualquier cosa distinta a la salida negociada, ese país siente ya los efectos en su economía, hasta ahora una de las más prósperas del mundo.

Y está inmerso en una indecisión que, todo parece indicar, conducirá a unas elecciones y a un nuevo referendo para saber si los británicos ratifican su intención de salir de la Unión Europea. Todo ello puede llevar a la renuncia de Johnson que, derrotado por el Parlamento y con sus actitudes populistas, su estilo retador y agresivo está a punto de causar una división en el Reino Unido de características imprevisibles.

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