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El caos en Cali

La capital del Valle no puede seguir asfixiada por quienes en vez de promover la convivencia ciudadana y el respeto por los demás, se la pasan justificando actitudes que atentan contra la tranquilidad de la sociedad.

1 de noviembre de 2022 Por: Editorial .

Como ha sucedido durante los últimos años con ocasión de la fiesta del 31 de octubre, Cali vivió el desorden, los desmanes y la anarquía protagonizados por las caravanas de motos que se tomaron la ciudad. Lo sucedido se explica por la falta de gobierno que afecta a la capital del Valle y su incapacidad para imponer la autoridad.

Desde el momento en que se conocieron las convocatorias a esos desfiles y la cantidad de personas y vehículos que participarían, la reacción del Gobierno Municipal fue incomprensible. En vez de asegurar el respeto por las normas, la protección de las vías y la tranquilidad ciudadana, el señor Alcalde expresó que su administración era incapaz de controlar las 400 mil motos que según él hay en la ciudad.

No era eso lo que pedían los caleños a su mandatario. Lo que se esperaba era que tomara las medidas necesarias para proteger la ciudad y a sus habitantes de la amenaza que se conocía. Y no necesariamente con el uso de la Fuerza Pública para controlar el caos que vivió Cali durante el fin de semana. En lugar de ello, lo que se vio fue la renuencia del Alcalde a ejercer la autoridad para evitar conductas que pudieran tener graves consecuencias para la toda la comunidad.

Y sucedió lo que se esperaba: 7500 motociclistas se tomaron las principales vías en las noches de sábado, domingo y lunes, cometieron excesos y delitos o se involucraron en riñas. Circularon con las placas tapadas para evitar su identificación, remplazaron los casos por máscaras, generaron el desorden y desconocieron a las autoridades que en forma inútil trataron de contenerlo.

Los videos muestran cómo durante tres noches se repitió la situación en varios sectores de la capital vallecaucana, sobrepasando la capacidad de la Policía, del Tránsito Municipal y de la Secretaría de Seguridad, que se limitaron a acompañar las caravanas a imponer comparendos que no pagarán los infractores. Peor aún, en el trayecto hacia el Kilómetro 18 de la vía al mar se produjeron asaltos, disparos, y desórdenes. Hordas de motociclistas intentaron cometer atracos en la carretera y las veredas vecinas, que se impidieron por la reacción de la comunidad.

Cali no se merece esa clase de comportamientos, ni mucho menos la indolencia del Gobierno Municipal. El alcalde Jorge Iván Ospina tiene que recordar que al elegirlo se le entregó un mandato, que él no es el propietario de la administración y que su deber es cumplir con las obligaciones que se le encomendaron.

La capital del Valle no puede seguir asfixiada por quienes en vez de promover la convivencia ciudadana y el respeto por los demás, se la pasan justificando actitudes que atentan contra la tranquilidad de la sociedad. Así pasó entre el 28 de abril y el 30 de junio del 2021 cuando quedó a merced de unos cuantos vándalos y sin autoridad, y se repite ahora con las caravanas de motos.

Es el momento para preguntarles a los organismos de control como la Procuraduría General de la Nación, cuál es su posición frente a situaciones como las vividas en el fin de semana del Halloween, que se convirtieron en amenazas para el orden público y la calma de Cali.

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