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El banderazo de la tributaria

Y aunque ya se escuchan anuncios sobre otras reformas, y se presentan inquietantes hechos como las invasiones en el norte del Cauca, la tributaria no es una revolución. Bienvenido el debate abierto y que a los legisladores los guíe ante todo el interés por preservar la capacidad del Estado para atender los problemas de la nación y asegurar la confianza sobre nuestra economía.

10 de agosto de 2022 Por: Editorial .

Como lo había anunciado, el Gobierno Nacional presentó al Congreso su proyecto de reforma tributaria, la primera gran iniciativa con la cual aspira a enfrentar los problemas que hereda y los compromisos que adquirió en la campaña presidencial. Es el inicio de una gestión que, por lo menos hasta ahora, no significa la confrontación que se esperaba con el cambio en la conducción del Estado producido por la elección de Gustavo Petro.

Presentada por el ministro de Hacienda José Antonio Ocampo, la reforma no es lo revolucionaria que se especulaba ni tiene los alcances que se anunciaron en sectores cercanos a la nueva Administración. Es decir, lo que hay en el articulado es un proyecto que, igual a las decenas de reformas urgentes de las últimas décadas mantiene la estructura del régimen tributario y se dirige a redistribuir la carga fiscal y a conseguir más recursos para el Estado.

Quizás, lo más importante es dar estabilidad a las finanzas públicas, afectadas de manera importante por la pandemia del Covid-19 y el esfuerzo fiscal y monetario que el Estado debió realizar para superar sus amenazadoras consecuencias. Si bien Colombia logró superar gran parte de los problemas sociales y económicos dejados por el virus, y en los últimos meses consiguió cifras de crecimiento que merecen el reconocimiento para el gobierno del expresidente Iván Duque, no es menos cierto que ello fue posible aplicando medidas expansionistas del gasto público financiadas con créditos y recursos dirigidos a impulsar la reactivación y a enfrentar la tragedia que se abatió sobre los sectores de menores recursos.

Desde otra perspectiva, el país superó la crisis apelando en gran parte sobre al endeudamiento y el crecimiento del déficit fiscal. Y esas deudas hay que pagarlas. O, por lo menos, hay que mostrar que el país está en capacidad de responder por sus compromisos como siempre lo ha hecho, y el gobierno a adoptar las reformas para conseguir los recursos que se requieren.

Eso explica el que hace un año se haya aprobado una reforma tributaria. Ahora se trata de aumentar los recaudos del Estado para asegurar la estabilidad fiscal en los próximos años, lo que no da espera y también limitará la capacidad del nuevo gobierno para cumplir sus promesas.
Es en ese orden de ideas que debe entenderse la reforma propuesta. El pasado lunes se abrió la puerta para el acostumbrado debate y las usuales negociaciones sobre su contenido. Qué sectores serán los más afectados, qué rentas serán gravadas o cuáles recibirán los beneficios y cuál será la proyección de los ingresos, de los recortes en los gastos y del combate a la evasión y a la corrupción, serán los temas que ocuparán la atención de los colombianos.

Y aunque ya se escuchan anuncios sobre otras reformas, y se presentan inquietantes hechos como las invasiones en el norte del Cauca, la tributaria no es una revolución. Bienvenido el debate abierto y que a los legisladores los guíe ante todo el interés por preservar la capacidad del Estado para atender los problemas de la nación y asegurar la confianza sobre nuestra economía.

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