El asedio al periodismo
La prensa libre e independiente es esencial para cualquier democracia y para una sociedad que defienda esos valores, y el periodismo es los ojos y los oídos que permiten a los ciudadanos enterarse de lo que ocurre y expresar sus puntos de vista.
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias
3 de nov de 2022, 11:55 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:16 p. m.
A través de los años en los cuales se desarrolló la comunicación masiva gracias a los medios de comunicación, el periodismo ha cumplido el papel de mantener informada a las sociedades a la cuales pertenece y de alzar la voz para defender el bien común y el interés general.
Doscientos años después, ese papel es más necesario que nunca. Las ambiciones de poder, el crecimiento de las organizaciones criminales, la corrupción y el delito necesitan silencio para poder subsistir y el periodismo independiente es su peor enemigo. Nada hay más peligroso para sus propósitos que el compromiso y la capacidad de denuncia de los periodistas honestos y con los valores que hacen posible escrutar las acciones antisociales.
El resultado es la amenaza constante y el asesinato de quienes cumplen su deber como periodistas. Eso lo demuestran las decenas de periodistas asesinados este año en México, en Haití o en Colombia. Para no ir muy lejos, basta conocer la historia de Rafael Moreno, asesinado por denunciar la corrupción y la alianza de líderes políticos con organizaciones criminales en Montelíbano, departamento de Córdoba.
Pero también existe la coerción y la persecución de gobernantes y funcionarios empeñados en silenciar las denuncias sobre sus fechorías, o en presionar, incluso con sobornos, la adhesión y promulgación de sus causas totalitarias y sus propósitos inmorales. Para ello, como ocurre en Venezuela, en Nicaragua o en El Salvador, los dictadores usan la justicia para callar al periodismo libre, mientras la impunidad de los crímenes contra periodistas o contra los medios en todo el continente es la que se impone como un manto de silencio sobre el derecho a informar.
Otro aspecto no menos preocupante es la explosión de las redes sociales y su peligrosa y cada vez más extendida utilización para sembrar la mentira, desvirtuar la verdad o causar daño. Debe quedar claro que, aunque exista la libertad de expresión y el derecho a publicar lo que a bien se tenga, eso no es periodismo y, por el contrario se convierte en enemigo del deber de informar y opinar con responsabilidad.
Esos y otros muchos temas de similar importancia fueron tratados en la 78 Asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, que se reunió en Madrid hasta el pasado domingo. En ese escenario se pudo constatar que el periodismo del continente sigue siendo amenazado por los mismos factores de siempre, ahora incrementados por el regreso de tendencias políticas para las cuales la información veraz a la sociedad y la crítica pública, la denuncia o la simple discrepancia son sus enemigos. Y que el crimen, organizado o no, tiene en el periodismo su mayor obstáculo, por lo cual hay que silenciarlo.
La prensa libre e independiente es esencial para cualquier democracia y para una sociedad que defienda esos valores, y el periodismo es los ojos y los oídos que permiten a los ciudadanos enterarse de lo que ocurre y expresar sus puntos de vista. Ese es el derecho que está amenazado por quienes necesitan el silencio o la complicidad para ocultar sus malas acciones
6024455000






