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El acuerdo de la polémica

En el complicado ajedrez que se juega en el Oriente Medio, el acuerdo entre Emiratos Árabes Unidos, EUA, e Israel parece una movida interesante para desactivar el ambiente hostil que vive la región.

16 de agosto de 2020 Por: Editorial .

En el complicado ajedrez que se juega en el Oriente Medio, el acuerdo entre Emiratos Árabes Unidos, EUA, e Israel parece una movida interesante para desactivar el ambiente hostil que vive la región. Sin embargo, el escepticismo, la reacción de las autoridades palestinas y los intereses de los firmantes generan desconfianza sobre sus verdaderos efectos.

Según se anuncia el acuerdo que celebran los dos países es “la normalización total de las relaciones” a cambio de que Israel suspenda la anexión de las partes de la ocupada Cisjordania. En otros términos, es la regulación de unos lazos de años llevados a cabo en la penumbra y que ahora adquieren carácter formal con la instalación de embajadas y los demás protocolos propios de la diplomacia.

Con él, los EAU ignoran la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, propuesta respaldada por la Liga Árabe que pide el reconocimiento pleno de Israel de todas las naciones árabes e islámicas a cambio de la completa retirada israelí de los territorios ocupados a las fronteras que existían antes de la guerra de Medio Oriente de 1967. Al expresar que el gobierno de Israel detendrá su polémica iniciativa de anexar partes claves del territorio de Cisjordania, el acuerdo da a entender que ese país aceptará el principio de dos naciones y dos países defendido por gran parte de la comunidad internacional.

Sin embargo, la reacción contra el acuerdo de las autoridades palestinas no pueden ser más enérgicas, al considerar que se han tomado decisiones sin consultar su opinión a pesar de afectar directamente a su país. Divididos entre la autoridad que controla la antigua OLP encabezada por Mahmoud Abbas y el movimiento Hamas que manda en la franja de Gaza, se sienten traicionados por los EAU, y ven en el convenio la posibilidad de que su futuro sea definido sin contar con los propios palestinos.

Hay también otro aspecto que debe destacarse por sus implicaciones. Se trata de la alianza que empieza a destaparse entre los pueblos musulmanes de origen sunita e Israel, contra su común y mortal enemigo, Irán, el líder de los chiitas. “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”, parece ser una de las claves del pacto en el cual unos se protegen contra las aspiraciones imperialistas del régimen de Teherán y los otros consiguen aliados en el mundo árabe que antes los rechazaba.

De otra parte, el acuerdo puede ser interpretado como un triunfo del gobierno de los Estados Unidos en la búsqueda infructuosa de una solución al conflicto entre Palestina e Israel. Necesitado de elementos que le sirvan para apoyar su candidatura a la reelección, el presidente Donald Trump ha cobrado como un éxito la firma del acuerdo, el pasado 13 de agosto.

Por supuesto, hay muchos factores más para tener en cuenta en el análisis de lo que ocurre en esa región, incluyendo las palabras del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, con las cuales da a entender que su renuncia a la anexión en Cisjordania no es definitiva. Lo que sí puede afirmarse por ahora es que el acuerdo es otro elemento que crece la confusa y delicada situación que se vive en el Oriente Medio.

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