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De héroe a villano

Hace cuarenta y dos años, Juan Carlos de Borbón actuó como el rey empeñado en defender la democracia de España que él regía. Hoy, retirado y sólo, el descubrimiento de muchos de los hechos que protagonizó aprovechando la inmunidad que lo rodeaba como monarca lo tienen al borde de la cárcel.

13 de diciembre de 2020 Por: Editorial .

Hace cuarenta y dos años, Juan Carlos de Borbón actuó como el rey empeñado en defender la democracia de España que él regía. Hoy, retirado y sólo, el descubrimiento de muchos de los hechos que protagonizó aprovechando la inmunidad que lo rodeaba como monarca lo tienen al borde de la cárcel.

Es uno de aquellos periplos que llaman la atención en un mundo moderno en el cual los reyes y sus dinastías son anacronismos en medio de la democracia, es decir, el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo. Juan Carlos llegó a ser Rey de España por voluntad del dictador Francisco Franco quien creyó en la figura real como el factor de cohesión de una sociedad diversa y de un país compuesto por varias naciones que mantenían su unidad debido en parte al régimen férreo y dictatorial que el caudillo impuso desde su triunfo en la Guerra Civil que se inició en 1936.

En 1978 nació la figura del rey que es a la vez Jefe de Estado en un país democrático, algo similar a lo que ha ocurrido por siglos en la Gran Bretaña. Y Juan Carlos, una vez desaparecido Franco y su régimen, empezó a actuar como el símbolo de esa naciente democracia luego de 39 años de totalitarismo. Su actuación en el intento de golpe que pretendieron dar los sobrevivientes del franquismo el 23 de febrero de 1981.

Allí se ganó el reconocimiento y el afecto del pueblo español, por encima de las divisiones que han caracterizado a la nación ibérica. A través de los años, su figura de buen monarca preocupado por el bienestar y la unión de su país le hizo merecedor del cariño casi unánime a la vez que dejó sin argumentos a quienes pretendían acabar con la monarquía constitucional.

Hasta que sus deslices y algunos descubrimientos empezaron a desnudar otra verdad. Entonces, en junio de 2014, presentó renuncia y entregó el cetro a su hijo, el hoy rey Felipe VI, acosado por los escándalos sobre relaciones que desmentían aquella imagen de buen miembro de familia. Luego vinieron las denuncias sobre negocios poco claros, comisiones indebidas y otros hechos, los cuales llevaron a su hijo a tomar distancia y a ordenar medidas como la de suspenderle los emolumentos que el Estado español le pagaba como rey emérito.

Ahora, a sus 82 años, Juan Carlos vive sólo en un hotel en Emiratos Árabes Unidos. Y debe responder ante la justicia de su país por cuentas, traslados, comisiones e ingresos recibidos por gestiones que realizó en beneficio de contratistas en muchas partes del mundo. Lo último es una acusación sobre evasiones fiscales por 680.000 euros, que ya se declaró dispuesto a pagar para evitar los procesos que pueden involucrarlo.

Y entre tanto, Felipe VI hace lo posible para mantener la credibilidad y el honor de la monarquía española. Aunque su actuación ha logrado recuperar gran parte de la confianza, de nuevo hay sectores, empezando por el partido Unidas Podemos que es parte de la alianza que gobierna a España, que piden la abolición inmediata de esa figura.

En todo ese periplo, Juan Carlos, quien fuera uno de los artífices de la democracia española basada en la monarquía constitucional, puede ser el causante de su desaparición.

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