Cuidarnos unos a otros

Así, los cristianos seremos los buenos samaritanos de los que nos habla la Biblia, pero cada ser humano será un abanderado del propósito universal de cuidarnos unos a otros a fin de preservar y engrandecer la humanidad, lo cual no es nada distinto a traducir en hechos concretos el y Mandamiento del Amor que nos regaló Jesús.

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5 de abr de 2023, 11:55 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 05:54 a. m.

“Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros, como yo los he amado”. Esta frase, escrita en el Evangelio de San Juan, resume la centralidad de la ceremonia que hoy, Jueves Santo, conmemoran los cristianos en el mundo entero.

Sin embargo, no es un mensaje que se agote entre quienes dicen seguir las enseñanzas de Jesús. Por el contrario, debería ser asumido como un grito de la humanidad para ella misma, ante el deseo de destrucción que parecería estarse adueñando de quienes habitamos el planeta. Y si hay alguna duda, baste mirar cómo la guerra en Ucrania, más de un año después de haberse iniciado, amenaza con escalar al uso de armas químicas, en lugar de ceder a los tibios llamados a que las partes se sienten a negociar para evitar un desastre nuclear global.

Entonces queda claro que el desmedido afán de poder económico y político ha avanzado mucho más entre quienes dirigen los distintos gobiernos y estados que la natural preocupación que debería existir por el mejor estar de todos los pueblos y naciones.

Pero por eso mismo cada vez queda más claro que el cuidado de la Casa Común a la que nos ha invitado el Papa Francisco desde que llegó al Vaticano no solo es cuestión de mandatarios y jefes de Estado. Porque cuando el Pontífice nos llama a preservar la naturaleza, está implícito también allí que debemos proteger al ser humano en tanto es la expresión más valiosa de la Creación.

Y para eso resultaría provechoso que creyentes y no creyentes escucháramos con el corazón las palabras que el máximo jerarca de la Iglesia Católica pronunció durante la homilía del Domingo de Ramos, ceremonia con la que el mundo creyente inició la Semana Santa.

“Hay tantos cristianos abandonados, invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor”, dijo Francisco desde la Plaza de San Pedro justo un día después de haber sido de alta de tres días de hospitalización a causa de quebrantos de salud que hicieron que algunos temieran por su vida.

Es entonces la sabiduría de quien acaba de comprobar realidades sobre las que antes ya nos había motivado a reflexionar: de un lado, la fragilidad humana, lo débiles que somos ante la enfermedad, el sufrimiento y la soledad. Y, dos, la urgente necesidad de que cada uno de los habitantes del planeta, más allá de sus creencias y religiones, se ocupe del prójimo, que no es nadie distinto a las personas que están más cerca de nosotros, pero muchas veces muy lejos de nuestra solidaridad y de la justicia social que todos debemos propender y practicar.

Así, los cristianos seremos los buenos samaritanos de los que nos habla la Biblia, pero cada ser humano será un abanderado del propósito universal de cuidarnos unos a otros a fin de preservar y engrandecer la humanidad, lo cual no es nada distinto a traducir en hechos concretos el y Mandamiento del Amor que nos regaló Jesús.

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