Celebración y tragedia

La atronadora explosión de toda clase de petardos y fuegos artificiales, en dimensiones nunca vistas en la capital del Valle, marcó la noche de las velitas.

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8 de dic de 2020, 11:55 p. m.

Actualizado el 24 de may de 2023, 12:44 a. m.

La atronadora explosión de toda clase de petardos y fuegos artificiales, en dimensiones nunca vistas en la capital del Valle, marcó la noche de las velitas. El inicio de la temporada de Navidad dejó cinco heridos en la ciudad, nueve en el departamento y 47 en toda Colombia, recordando una tradición que provoca siempre malos recuerdos para sus víctimas, para centenares de familias y para toda la sociedad.

Fue una noche ruidosa, tal vez señal inconsciente del deseo colectivo de dejar atrás un año azaroso, marcado por la pandemia, el miedo al contagio y el aislamiento social, lo que no alcanza para justificar el que la venta de pólvora sin control ni protección se haya tomado calles de Cali para poner en manos de la gente un peligro aún mayor. Una noche que llenó de preocupación a muchos hogares y alarmó por su tamaño, prolongándose hasta altas horas de la madrugada del ocho de diciembre.

El número de víctimas de esa noche significa la repetición de un drama anunciado en el cual miles de colombianos arriesgan su existencia y consumen sus recursos económicos sin detenerse a pensar en los peligros que corren. Cada año, las autoridades anuncian restricciones, medidas drásticas y se preparan para evitar lo que ha causado muerte, lesiones irreparables y destrucción, frustrando el futuro de muchas personas y ocasionando lutos irreparables.

Pero parece un esfuerzo vano, además de demostrar que en muchos casos existe una tolerancia no disimulada con esa costumbre. Aunque hay expertos en manipular lo que es una demostración de alegría, a su lado funciona una industria que no cumple estándares mínimos de seguridad y cada año es protagonista de dramas explosiones y tragedias entre quienes aún creen que la pólvora es un juego inocente y obligado, una tradición ancestral.

Y existe la tendencia a calificar como ‘accidentes’ esos hechos que llevan el luto y el dolor a miles de hogares colombianos. Esos ‘accidentes’, se produjeron a pesar de las terminantes normas expedidas por la Gobernación del Valle que pretenden desterrar el negocio de la pólvora insegura e ilegal. Y no puede decirse que las autoridades departamentales y, en su mayor parte, las municipales en todo el Valle, están haciendo lo posible por impedir las tragedias con la expedición de normas y la realización de requisas y decomisos.

Nada parece ser suficiente y eficaz para detener lo que es una amenaza a la salud y la integridad de niños y de adultos imprudentes. Como se vio el pasado lunes, la venta de cohetes, detonantes en todas sus formas y materiales que ocasionan incendios y lesionados además de causar traumas a las mascotas, sigue creciendo. Por ello habrá siempre quienes se atrevan a exponer sus vidas para satisfacer la demanda, y quienes defiendan ese peligro porque genera empleo en una sociedad con grandes desigualdades.

Ese es el riesgo de la pólvora en diciembre. Por ello hay que insistir en el reclamo para que a través de la educación se cambie o se erradique una cultura que deja miles de víctimas bajo el peligroso argumento de defender ‘costumbres ancestrales’ y la alegría navideña.

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