Editorial
Campaña electoral sin violencia
Es necesario que los partidos, los precandidatos y el propio Gobierno se sienten a firmar un acuerdo nacional por la vida y por el respeto en la campaña electoral.
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23 de ago de 2025, 02:09 a. m.
Actualizado el 23 de ago de 2025, 02:09 a. m.
Desde varios sectores de la sociedad colombiana se ha hecho un llamado a desescalar la violencia política en el país, mucha de esta reflejada en el lenguaje que hoy utilizan varios precandidatos a la Presidencia.
De dientes para afuera muchos están dispuestos a hacerlo, pero pocos lo cumplen y, mientras esto pasa, la violencia se acrecenta.
La Misión de Observación Electoral, MOE, denunció que este año han ocurrido 106 hechos de violencia contra liderazgos políticos en el territorio nacional.
El país no puede resignarse a que la competencia electoral se dé bajo la sombra del miedo. Lo que está en juego no es únicamente la vida de los aspirantes, sino la posibilidad misma de deliberar en paz.
La violencia se cultiva en la forma en que hablamos, en la manera en que los líderes se relacionan entre sí y con la ciudadanía.
El lenguaje incendiario, los insultos en redes sociales, los señalamientos sin pruebas, los discursos que dividen entre “buenos” y “malos”, van abonando el terreno para que aparezca la violencia física.
Lo que empieza en un trino cargado de odio puede terminar en un atentado. Por eso, hoy más que nunca, se impone un llamado urgente: bajar el tono, desescalar la confrontación verbal y asumir un compromiso nacional de respeto.
La política puede estar cargada de diferencias ideológicas profundas, pero jamás puede convertirse en una guerra. La democracia se alimenta de la pluralidad, no de la eliminación del contradictor.
Es necesario que los partidos, los precandidatos y el propio Gobierno se sienten a firmar un acuerdo nacional por la vida y por el respeto en la campaña electoral. No basta con reuniones aisladas en el Congreso ni con llamados de último minuto tras cada tragedia.
El país necesita un pacto real que comprometa a todas las fuerzas: oficialismo y oposición, movimientos grandes y minoritarios. Un pacto que garantice que, más allá de la confrontación electoral, hay un mínimo común denominador: proteger la vida y la integridad de quienes participan en la contienda.
El reto no es solo para los políticos. Los medios de comunicación también tienen la responsabilidad de no amplificar discursos de odio sin contexto y sí contribuir a un debate informado y exigir a cada candidato propuestas y no solo frases incendiarias.
La ciudadanía, por su parte, tiene en sus manos la posibilidad de rechazar el juego sucio y no respaldar a quienes insistan en la violencia como su estrategia de campaña.
En las próximas semanas, el país tiene la oportunidad de demostrar que aprendió de dolorosas lecciones. Hechos como el reciente asesinato de Miguel Uribe Turbay no deben suceder más en nuestro territorio.
Los precandidatos que hoy se preparan para recorrer el país deben entender que su deber no es solo protegerse a sí mismos, sino también proteger el ambiente democrático que hace posible que los colombianos escojamos en paz. Y para eso se requiere que cada uno de ellos asuma con altura su aspiración.
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