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Cada año es peor

Extraña, impredecible y peligrosa, así está siendo esta temporada de huracanes en el Atlántico que causa estragos en los Estados Unidos y México y destruye con furia las islas del mar Caribe. Es la amenaza que cada año llega con más fuerza, en mayor cantidad y frecuencia.

18 de septiembre de 2020 Por: Editorial .

Extraña, impredecible y peligrosa, así está siendo esta temporada de huracanes en el Atlántico que causa estragos en los Estados Unidos y México y destruye con furia las islas del mar Caribe. Es la amenaza que cada año llega con más fuerza, en mayor cantidad y frecuencia.

Wilfred se llama la depresión tropical número 21 de este año, a la que se le ha dado el último nombre que quedaba en la lista del Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos. Que se agote esa nomenclatura y se deba recurrir al alfabeto en latín para denominar las próximas tormentas es la segunda vez que sucede desde que se tiene registro, pero con seguridad no será la última si se tiene en cuenta el comportamiento de esos fenómenos naturales en la década reciente.
Hay que contar que el viernes ya se nombró como Alpha a una depresión subtropical de poco impacto aparecida en las costas de Portugal y que Beta está en formación en el Golfo de México.

Lo de los nombres no es lo único extraordinario que ha sucedido durante la actual temporada que entre otras cosas empezó en mayo, un mes antes de lo normal. Por primera vez hay seis depresiones tropicales al mismo tiempo, unas más débiles y otras que se han convertido en huracanes o tendrán esa categoría en los días venideros.

Sally ha golpeado ya las costas de Texas, Louisiana y Florida provocando inundaciones, Paulette avanza hacia el continente convertida en huracán categoría 2 luego de azotar a las Bermudas, Vicky y René se han debilitado, mientras Teddy es ahora el de mayor peligro porque alcanza la categoría 4 y se arremolina poderoso por el centro del Atlántico. Lo que suceda con Beta está por verse en las próximas horas.

Como siempre en esta temporada las islas caribeñas son las más expuestas y las que más sufren el embate de los ciclones tropicales, del que casi nunca se salvan el Golfo de México y la costa este de los Estados Unidos. Ese país, en contraste, hoy debe atender en un lado de su geografía las emergencias causadas por la furia de los huracanes, mientras que en el otro, en la Costa Oeste, lucha para apagar los incendios que han consumido ya 2,3 millones de hectáreas, arrasado pueblos enteros en California y Oregón y ha dejado hasta ahora 34 víctimas mortales además de cientos de miles de personas evacuadas.

Aunque los huracanes son parte de las condiciones climáticas del planeta es innegable que una de las causas del aumento de esos fenómenos naturales año tras año más su fuerza de destrucción cada vez mayor, está en el calentamiento global que ha subido las temperaturas de los océanos provocando reacciones inusitadas que alimentan la formación de las tormentas tropicales. Y ahí es donde se ve la intervención del hombre.

Son razones que no se pueden ignorar porque están llevando al mundo a vivir tragedias naturales de proporciones desmesuradas. Tampoco será posible cambiar esa realidad mientras el abuso hacia la naturaleza y el daño al medio ambiente sigan imparables como hasta ahora.

Así se niegue esa verdad, así se minimicen las consecuencias, los desastres nos seguirán recordando que sí tenemos una responsabilidad, y grande, en su ocurrencia.

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