Buenaventura en paz

Ojalá se consiga sentar de nuevo a la mesa a los grupos criminales implicados y se dé continuidad a los diálogos iniciados, de lo contrario hay que exigir a las autoridades que impongan el orden y los persigan así como a cualquier organización al margen de la ley que opere en la región. Buenaventura merece vivir en paz

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16 de abr de 2023, 11:55 p. m.

Actualizado el 19 de abr de 2023, 06:17 a. m.

La esperanza de los habitantes de Buenaventura de vivir tranquilos, sin que la violencia los aceche a diario, queda de nuevo en veremos. La tregua pactada el año anterior entre las principales organizaciones criminales que operan en el área urbana al parecer se rompió, los homicidios aumentan y la zozobra vuelve a campear por la ciudad.

Los buenos oficios de diferentes sectores de la sociedad bonaverense, en particular del obispo Rubén Darío Jaramillo, llevaron a que seis meses atrás Los Shottas y Los Espartanos, las dos bandas delictivas que por años se disputaron el territorio, marcaron fronteras invisibles que nadie podía cruzar sin su autorización y sembraron el miedo, se sentaran en la mesa de diálogos y cesaran sus hostilidades. El propósito de acogerse a las negociaciones de la Paz Total que adelanta el Gobierno Nacional, parecía hasta hace algunas semanas posible y definitivo, pero la incertidumbre regresó.

El motivo de que la tregua esté tambaleando es la reciente desaparición de un representante de Los Shottas, lo que habría llevado al rompimiento del cese al fuego pactado entre los dos grupos. La evidencia más clara de lo que sucede es el aumento en el número de asesinatos, que hasta marzo presentaba una disminución del 66% comparado con el año anterior, y en lo que va de abril se ha duplicado en relación con el mes pasado.

Es imposible afirmar que el acercamiento temporal entre las dos bandas significó la pacificación de Buenaventura, pero sí supuso un alivio al menos para su zona urbana. Por ello, es necesario insistir a las autoridades y a quienes han liderado los diálogos, que perseveren en su intento, sin desatender, por supuesto, los demás problemas que padece la ciudad portuaria y que son la razón de esa violencia desbordada que lleva décadas sin solución.

No se puede olvidar que las soluciones integrales siguen sin llegar, que las oportunidades para su población son escasas, el desempleo continúa siendo uno de los más altos del país, hay déficit en servicios como el de salud, educación o el acceso al agua potable. Mientras tanto la corrupción no se detiene, afectando las posibilidades de progreso para el distrito y para su gente, y el sector rural padece los embates de los grupos ilegales, que se disputan el que es uno de los corredores más importantes del narcotráfico y la minería ilegal.

Como se ha reclamado con insistencia, a Buenaventura se le deben brindar soluciones definitivas a sus múltiples problemas y sobre todo hay que darle la importancia que se merece al ser la principal ciudad sobre el Pacífico colombiano, con el mayor puerto marítimo del país por donde se mueve el 50% de la carga de exportaciones e importaciones.
Esas condiciones deberían reflejarse en mayores ingresos económicos, más inversión social y mejores oportunidades que beneficien a su población, en especial a los jóvenes que por sus carencias están más expuestos a la violencia.

Ojalá se consiga sentar de nuevo a la mesa a los grupos criminales implicados y se dé continuidad a los diálogos iniciados, de lo contrario hay que exigir a las autoridades que impongan el orden y los persigan así como a cualquier organización al margen de la ley que opere en la región. Buenaventura merece vivir en paz.

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