Amigos y socios
Estamos en medio de una guerra comercial en la cual no tenemos arte ni parte. Y aunque se sabe que nuestro Gobierno hace esfuerzos por convencer al estadounidense para que no aplique el arancel a nuestra producción, hasta ahora no hay respuestas
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2 de may de 2018, 11:55 p. m.
Actualizado el 21 de abr de 2023, 05:20 p. m.
Pese a las constantes invocaciones a la amistad binacional, las medidas del Gobierno de los Estados Unidos frente a Colombia en materia comercial no parecen ser los mejores indicios. Por ello, y antes de que volvamos a padecer los estragos de la improvisación, es necesario reclamar lo justo y tomar las decisiones que protejan nuestra economía.
El asunto es que el proteccionismo a ultranza es la línea de acción de la administración que se inició hace un año y tres meses en el país norteamericano. Con el lema de ‘América Primero’, Donald Trump anunció ese cambio, para reaccionar ante el gigantesco déficit comercial de su país y la debilidad que supone en su capacidad de negociación y de determinar el rumbo de la economía mundial. Ahora está actuando en consecuencia.
Eso es entendible, pues para ello ganó la Presidencia de acuerdo con el complicado y a veces ilógico sistema electoral de los Estados Unidos. Lo que no parece claro es si con ello tiene la facultad de desconocer los Tratados firmados por gobiernos anteriores y ratificados por su Congreso, de acuerdo con su Constitución.
Un ejemplo de lo que puede pasar y el daño que producirá, está en Colombia. Con el alza de los aranceles al acero y al aluminio, unilateral y sorpresiva, se desconoce el TLC firmado con nuestro país, sin que exista alguna causa exorbitante o sobreviniente que lo justifique. Y existe la preocupación de los sectores industriales colombianos sobre el efecto que tendrá, al ocasionar grandes excedentes en el mercado internacional que redundarán en una baja sensible de sus precios y la consecuente competencia que impactará a la producción nacional.
Así, y además del desconocimiento de un Tratado Internacional, nuestro país será afectado por la medida del gobierno estadounidense, y no precisamente porque seamos grandes exportadores de acero y aluminio hacia ese país. Y quedaremos expuestos a males peores por la guerra de precios que será inexorable, lo cual puede significar un golpe a la manufactura nacional.
Es claro entonces que Estados Unidos no se verá afectado por la competencia de los productos colombianos. Pero nosotros somos víctimas de la sospecha de triangulación de quienes en el gobierno de Trump piensan que pueden usarnos como puente para traer productos de países como China para luego exportarlos a ese país.
Estamos en medio de una guerra comercial en la cual no tenemos arte ni parte. Y aunque se sabe que nuestro Gobierno hace esfuerzos por convencer al estadounidense para que no aplique el arancel a nuestra producción, hasta ahora no hay respuestas, además de que lo podrá usar para presionar reformas a las normas de Colombia sobre control a los productos farmacéuticos.
Por todo ello, hay que estar atentos y reclamar lo que es justo. Nuestra relación con los Estados Unidos no se circunscribe a la guerra contra el narcotráfico ni vive de abrazos y felicitaciones. Es ante todo una relación de socios y amigos que no pueden llevar al desequilibrio injusto y a las presiones en medio de la guerra comercial que inició el gobierno de Trump.
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