Columnista

Nacionalismo y deporte

La diversidad no debilita, sino que enriquece los equipos y a quienes los siguen.

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Silvio López
Silvio López | Foto: El País

1 de nov de 2025, 02:45 a. m.

Actualizado el 1 de nov de 2025, 02:45 a. m.

La popular y querida figura del fútbol europeo Mohamed Salah Hamed Mahrous Ghaly, nació en Nagrig, una aldea rural en la gobernación de Gharbia, al norte de Egipto, dentro de una familia modesta encabezada por un padre dedicado al comercio. Destacarse en un entorno sin mayores oportunidades en el deporte, donde —como él mismo ha relatado— “solía salir de casa a las nueve de la mañana y regresar a las diez de la noche…”, era una tarea titánica que exigía sacrificio y disciplina. Algunos de sus entrenamientos le tomaban tres horas de viaje hasta El Cairo, un trayecto que hoy se ha convertido en símbolo de su perseverancia.

Desde sus inicios, Salah encarnó la determinación de un joven que soñaba con trascender las fronteras de su aldea para conquistar los estadios del mundo. Su historia, que comenzó entre canchas de tierra y largas jornadas de viaje, es hoy una de las más inspiradoras del fútbol contemporáneo. El egipcio no solo se convirtió en una estrella adorada en Europa, sino también en un ejemplo de cómo la migración puede ser una vía de desarrollo y entendimiento entre culturas.

Como la suya, existen centenares de historias de deportistas africanos, asiáticos y latinoamericanos que migran hacia regiones más ricas del planeta en busca de un entorno deportivo más competitivo y profesional. Estas trayectorias demuestran que el talento no conoce fronteras ni condiciones económicas: es democrático, diverso y universal. Cada atleta migrante que triunfa en una liga europea o estadounidense desafía prejuicios, derriba estereotipos y recuerda que el mérito y la pasión no dependen del lugar de nacimiento.

Cuando un futbolista africano comparte vestuario con un europeo, un sudamericano y un asiático, envía un mensaje poderoso: la cooperación y la solidaridad son las verdaderas claves del éxito. En el deporte, como en la sociedad, la integración genera progreso. La diversidad no debilita, sino que enriquece los equipos y a quienes los siguen.

Paradójicamente, este mensaje de unidad convive hoy con el resurgir de movimientos nacionalistas y xenófobos en Europa y en Estados Unidos. Muchos de sus simpatizantes son, contradictoriamente, fervientes admiradores de los mismos deportistas extranjeros a los que sus discursos excluyentes desprecian. Surge entonces una pregunta inevitable: ¿cómo se puede idolatrar a un futbolista africano o a una estrella latina del béisbol, mientras se rechaza la migración que hizo posible su presencia en esos escenarios?

Tal vez el deporte, con su capacidad única de unir a millones bajo una misma pasión, tenga la respuesta. En cada gol de Salah, en cada abrazo entre compañeros de distintas banderas, se revela la lección más importante: la humanidad avanza cuando derriba fronteras, no cuando las levanta.

Administrador de empresas, especialista en Mercadeo de la Icesi, trabajó como Presidente del Comité Permanente del Deporte de la Cámara de Comercio de Cali, ex Secretario del Deporte y la Recreación de Cali, fundador de Juancho Correlón, empresario.

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