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Miguel Uribe Turbay: Un ejemplo para la juventud

Su ausencia produce indignación y dolor, y podría tentar a muchos jóvenes a alejarse de todo lo que se parezca a la política.

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Canciller Claudia Blum
Claudia Blum. Columnista. | Foto: Cancilleria

24 de ago de 2025, 01:12 a. m.

Actualizado el 24 de ago de 2025, 01:12 a. m.

La historia de Miguel Uribe Turbay es la de un joven que convirtió el dolor en propósito, la disciplina en liderazgo y la inteligencia en servicio público. Su vida, marcada por la tragedia del asesinato de su madre, la periodista Diana Turbay, lo llevó desde su juventud a buscar senderos para transformar la sociedad colombiana.

El asesinato de Miguel marcará la historia de Colombia. Su ausencia produce indignación y dolor, y podría tentar a muchos jóvenes a alejarse de todo lo que se parezca a la política. Sin embargo, ante un magnicidio como este, el mejor legado para honrar la memoria de Miguel, en medio de la tristeza profunda, debe ser un llamado a la acción para que más jóvenes entiendan que está en sus manos construir un país donde la vida sea sagrada y el futuro no esté definido por la violencia.

En tiempos de polarización y desilusión política, la figura de Miguel debe convertirse en un símbolo de esperanza para una juventud que enfrenta problemas mayúsculos, como violencia urbana, desempleo, baja calidad educativa y crisis ambiental, pero que tiene mucha fortaleza para enfrentarlos. La historia de Miguel nos recuerda que la política no debe ser un espacio particular de adultos ni de minorías, sino también un semillero para las ideas frescas, la innovación y la esperanza.

Desde muy joven, Miguel encontró en el ajedrez una pasión. El tablero le enseñó estrategia, paciencia, lógica y disciplina. Por eso creó una escuela de ajedrez para niños víctimas de la violencia, convencido de que el pensamiento crítico crea transformación social.

Pero más allá del juego, entendió que su experiencia vital y su conocimiento debían compartirse y no esperó mucho para involucrarse desde la política, en el destino de su ciudad y su país. Fue elegido concejal de Bogotá, ocupó la Secretaría de Gobierno, llegó al Senado y se convirtió en precandidato presidencial. Su trayectoria demuestra que la juventud no es una etapa de espera, sino un tiempo de actuar. Su formación académica rigurosa, su capacidad de diálogo y su compromiso con el servicio público, lo convirtieron en un referente ético en cada misión que asumió. Fue uno de los políticos más preparados de su generación.

Miguel no solo hablaba de juventud: la vivía. Su lenguaje era claro, su actitud firme, y su empatía genuina. Con certeza, repetía: “Quiero luchar por tener un país sin violencia”. Por eso trabajó por soluciones, desde la seguridad, el respeto a la institucionalidad, el equilibrio social hasta la inclusión juvenil. Y lo hacía desde la acción, no desde la retórica. Porque como él lo demostró, se puede ser joven, preparado y profundamente comprometido con el país.

Hoy, a muchos jóvenes desencantados y escépticos, la historia de la Nación les parece un cuento lejano, y los problemas del país un peso que prefieren eludir. Pero ese alejamiento de la política solo deja el terreno sin dueño en manos de quienes quieren mantener las cosas como están. Como dijo alguna vez un líder latinoamericano: “Si la juventud no se mete en política, la política se mete con la juventud”.

Colombia necesita una renovación real, y esa transformación empieza con la juventud. No basta con quejarse: hay que formarse, debatir, unirse y participar en consejos juveniles, conocer la historia para no repetirla y prepararse para ocupar los espacios de decisión. En el último adiós que recibió Miguel Uribe en el Capitolio, ver a jóvenes de diversas ideologías que hicieron fila para rendirle homenaje no fue solo un acto simbólico sino una manifestación de reconocimiento hacia un líder que supo conectar con las nuevas generaciones. Esa imagen de unidad en medio de la polarización comprueba que la juventud es la energía, la creatividad y la fuerza que puede sacar al país adelante… pero necesitamos inspiración, referentes y espacios para que miles y miles de jóvenes se motiven a conocer a fondo las problemáticas, a organizarse, participar y liderar para ser parte de las soluciones.

Miguel nos enseñó que el cambio no se hereda; se construye con compromiso y valentía. Su ausencia prematura debe llevar a que más jóvenes alcen la voz, tomen el tablero de ajedrez de la política y muevan las piezas para que Colombia tenga un futuro digno y justo. La juventud tiene la visión para repensar el país.

Psicóloga de la Universidad del Valle con Maestría en Ciencia Política de la Universidad Javeriana, Estudios en Negociación de Conflictos, Mediación y Asuntos Internacionales. Columnista, concejal de Cali durante 2 períodos y senadora de la República durante 16 años. Presidenta del Congreso de la República, Ex embajadora de Colombia ante las Naciones Unidas, Ex ministra de Relaciones Exteriores.

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