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La foto de carné

Aquel estudio de fotografía era quizá el último vestigio del Siglo XIX en el puerto, junto a la barbería de Andrés Soler en un rincón del Hotel Estación.

27 de enero de 2021 Por: Medardo Arias Satizábal

Aquel estudio de fotografía era quizá el último vestigio del Siglo XIX en el puerto, junto a la barbería de Andrés Soler en un rincón del Hotel Estación. Soler devolvía un peso por cada motilada, lo cual aseguraba un retorno a ese su espacio de talcos, navajas romas y trozos de ‘piedralumbre’. No había manera de cambiar de opinión; la motilada era ahí pues el peso servía para tomar kumis con bizcochuelo en la panadería del asturiano José Fernández.

Cabranes, era el apellido del fotógrafo, y por ello estaba signado para este arte. Hasta ahí llegaban Waunanas recién casados, gentes de las riberas del Tapaje, Merizalde y Yurumanguí, cabreados por lo que acontecía debajo de aquella caja negra con trípode, donde el artista veía la imagen invertida de los tórtolos en taparrabo, dispuestos a sacrificarse para la historia. El costo de las fotos variaba según el estilo de las mismas. Para primera comunión, con unos angelotes que miraban desde el cielo al cristiano primerizo, tenían un precio. Otro, para la foto de recién casados con resplandor de justicia al fondo, y uno, un poco más elevado, para las que debía tener ‘iluminaciones’, o sea, imágenes en blanco y negro primorosamente coloreadas por un pincel generoso. Los rasgos cobraban una nitidez de santoral; labios delineados, cejas nítidas, ojos de caballo saludable, corbatas de nudos perfectos. La prodigalidad del pincel llevaba a muchos a preferir las fotos con iluminaciones, pues la vera efigie era finalmente la que salía agradecida.

Era mi primera foto de carné; llegué donde Cabranes de la mano de mi padre. Doce años, camisa de cuadros, el pelo dividido por una carretera al lado izquierdo, a la manera de Harold Orozco, el cantante que gemía ‘Y por tanto’ en español y arrebataba al Club del Clan con una canción dedicada al ratón Mickey. Por supuesto, no llevaba saco. Cabranes descolgó de un clavo una chaqueta polvosa a la que se permitió pasarle un cepillo. “Era más grande el muerto”, comentó mi padre cuando la tuve sobre los hombros. Pero, la indumentaria no estaba completa aún el hombre recomendó que tratándose de una foto escolar, era menester lucir corbata, y me ató al cuello una que tenía el nudo listo. Al reclamar las fotos, una semana después, quedé como debía estar: medio asustado, con el peso histórico de aquel saco enorme, y ese nudo recio que seguramente había lucido algún pentecostal en su identificación misionera.

Viéndola hoy, me doy cuenta del valor impresionante de aquella primera foto; pertenece a ese tiempo encantado de los estudios fotográficos, de la puesta en escena, de las luces, cuando las parejas se hacían retratar con telón de columnas dóricas y cisnes que avanzaban en lagos de lapislázuli. Un tiempo que, valga decirlo, ha sido sepultado por la rapidez de estas épocas, las cámaras digitales, las odiosas fotos instantáneas.

Cali no ha sido ajena a ese fenómeno; hubo un tiempo en que las fotos de carné, de bautizos, matrimonios, grados y saraos, tenían la autoría de ‘Héctor’, al sur, y ‘Anthony’, en el norte. El terror a las fotos ‘feas’ para tarjetas de identidad, cédulas o pasaportes, terminaba al pisar esos estudios donde un lápiz delineador se permitía ‘mejorar’ la cristiana estampa.

‘Anthony’ cerró y dejó mucha historia de Cali congelada en sus archivos. Son miles de negativos guardados con celo por años, fotos estelares que copaban el espacio de aniversarios en las páginas sociales. Detrás de la imagen purificadora, con Cristo al pecho, de tanta matrona bugueña, estuvieron los flashes de Anthony y de Akerman. La mirada del patriarca rodeado por sus hijos, también supo del arte de esos maestros que devotamente, durante tantos años, rindieron homenaje a la verdadera fotografía de estudio.

En el puerto se recuerda todavía a Martínez, el famoso ‘Foto Mart’, a Cayola, fotógrafo de saraos y bautizos y a un pionero: Apolov, de los parientes Polo Arias de Tumaco.

Sigue en Twitter @cabomarzo

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