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Los mal... parqueados

Pero vaya y dígales algo: un educado y cordial llamado de atención es respondido con un grosero ‘hijueputazo’ o con agresiones de palabra y obra, porque así están las cosas por estos lares.

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Mario Fernando Prado

3 de may de 2024, 03:18 a. m.

Actualizado el 29 de dic de 2024, 08:14 p. m.

Uno quisiera llamarles de otra manera -el que entendió, entendió- porque sus comportamientos nos ensoberbecen y son ellos los causantes de muchas de las congestiones que día a día nos tocan padecer en esta ciudad en la que tenemos las mismas avenidas y calles de hace 40 años.

Y sobre todo en los barrios tradicionales que se llenaron asfixiante y desbordadamente de edificios donde había casas y de locales comerciales, donde había antejardines y garajes, acabando de paso con los andenes e improvisando además bahías para estacionar dejando la cola de los autos en plena calle.

Si a lo anterior le sumamos el deplorable estado de las vías con cráteres lunares y peligrosos forámenes que dejan los omnipotentes contratistas por las acometidas y reparaciones en las que, por ejemplo, ‘arreglan’ las tuberías o el cableado y se olvidan de volver a pavimentar el pedazo que intervinieron, se genera la tormenta perfecta para aumentar el caos.

Es inconcebible como se ‘parquean’ en plena calle o avenidas gigantescos camiones y furgones de gaseosas y cervezas, las desafiantes camionetas Toyota polarizadas, de las cuales se apean muy orondos una recua de peligrosos simios, o unos asustadores escoltas con cara de matones, o una emperifollada señora en un twingo o un arrogante gilipollas en un ruidoso Jeep, quienes obstruyen e inhabilitan uno de los dos o tres carriles por el tiempo que se les antoja.

Pero vaya y dígales algo: un educado y cordial llamado de atención es respondido con un grosero ‘hijueputazo’ o con agresiones de palabra y obra, porque así están las cosas por estos lares.

Y volvamos con los andenes invadidos por los malparqueados que obstruyen el paso de los transeúntes que optan sumisamente por caminar arriesgadamente por la mitad de las calles, porque -díganme si no- los pocos andenes que quedan se volvieron pista para las bicicletas y se invadieron por motos de alto cilindrale que además y muy campantes, se pasean por los carriles del MÍO.

Hace falta no más autoridad, sino autoridad, porque los malparqueados deben ser sancionados ejemplarmente, como también hace falta -por favor- una campaña de respeto para que entendamos que la calle es de todos y no de unos truhanes egoístas que tienen congestionadas las vías.

Y nos hace falta Alberto Hadad, único funcionario que fue capaz de poner en cintura a los violadores de las más elementales normas de convivencia en el populoso mundo de nuestras vías, hoy asesor de la Secretaría de ‘Inmovilidad’, diré Movilidad.

Posdata: La guerra de las marchas la va ganando la oposición, que logró triplicar la muy bien pagada del régimen, que contó con la obligatoriedad de salir que se les impuso a los servidores públicos so pena de ser despedidos, además de los infaltables tamales, los ‘buses a todos los barrios’ y los vándalos, que todos los vimos menos las autoridades in-competentes.

Ojalá vengan más marchas, así algunos sostengan que no sirven de nada. Sin embargo, es la mejor manera de expresar el descontento de manera pacífica, cívica y ordenadamente.

Administrador de Empresas, Abogado y periodista por vocación. Director y fundador de MF Publicidad Mercadeo Limitada, al igual que de los programas Mario Fernando Piano y Oye Cali. Galardonado en dos oportunidades con el premio Simón Bolívar de periodismo. Escribe para El País hace más de 40 años.

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