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Lady Laura

Desde su primera posición en este Gobierno, Sarabia ha estado enredada en escándalos y polémicas.

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Guillermo Puyana Ramos.
Guillermo Puyana Ramos. | Foto: El País.

4 de ago de 2025, 02:07 a. m.

Actualizado el 4 de ago de 2025, 02:07 a. m.

En la designación de Laura Sarabia como embajadora en el Reino Unido se sintetizan todas las carencias de la política exterior del gobierno de Gustavo Petro. Ocupará, se dice, una importantísima embajada a la que llega con la deficiente preparación de unos estudios de pregrado y una cancillería deslucida y opaca, además de breve. Pretendió enfrentar difíciles momentos diplomáticos con frases de cajón y declaraciones insustanciales sobre asuntos muy graves, y fue una y otra vez despreciada por el Presidente, que a la hora de hacer evidentes sus malquerencias no ahorra en patanadas.

Con esa precaria experiencia suma un cargo más a su carrera en el Gobierno en el que reducir los requisitos normativos y de sentido común para altos cargos o funciones técnicas ha sido esencial para darle puestos a todo tipo de lisonjeros y trapisondistas que pusieron lo más refinado de sus artes al servicio de la campaña de 2022 y luego en los diferentes momentos caóticos del Gobierno.

Al comienzo del cuatrienio Petro, Laura Sarabia se sentó en uno de los puestos más poderosos como jefe de Gabinete, con el mérito de tener aptitudes ejecutivas y ser joven, las dos cualidades que resaltaba de ella Roy Barrreras. Y, luego nos dimos cuenta, muy ambiciosa en términos de poder, al punto que en una entrevista dijo que no descartaba ser presidente de la República, para lo que solo consideraba una limitación propia: “la exposición me cuesta”, dijo.

Le costaba, en pasado, hay que destacar. Su también breve salida del Gobierno a raíz del escándalo de la niñera, fue un retiro espiritual previo a un cargo aún más poderos y de mayor exposición como directora del Departamento de Prosperidad Social y luego directamente del de la Presidencia de la República, desde donde mandó sobre cuanto ministro quiso.

Misteriosamente, su ascenso entró en crisis y empezó a perder poder. En una modalidad muy colombiana de ‘caer hacia arriba’, la nombraron canciller y en el primer Consejo de Ministros en ese cargo, el presidente Petro le ordenó “hacer una estrategia alrededor de cómo cesa el conflicto entre israelíes y árabes”. Pero Sarabia solo decía, como para todo, que había que dialogar y considerar los intereses de todos. Vaya estrategia.

Como ha sido su trayectoria, más accidentada que vertiginosa, Sarabia pasó de darle órdenes a todos los ministros, a ser una ministra más que recibía órdenes del otro advenedizo de la etapa final del Gobierno, Alfredo Saade, quien llegó recientemente a ser jefe de Gabinete, posición que antes tuvo ella.

Paradojas de la vida podrían hacer que termine de subalterna de Armando Benedetti, si lo nombran canciller, como sugirió el ministro de Justicia, Eduardo Montealegre.

Desde su primera posición en este Gobierno, Sarabia ha estado enredada en escándalos y polémicas. No ha durado un año en ningún trabajo del Gobierno, por lo que experiencia no es algo que traiga o lleve a ninguno de ellos y la embajada en el Reino Unido no será la excepción.

Nada la califica para llegar a ese cargo, ni trayectoria, ni suficiencia en otro idioma, especialmente inglés, sin olvidar el estilo y las maneras en una posición que las exige como pocos otros. Aunque nada de eso sea requisito normativo para ser nombrada, ser embajadora en el Reino Unido implica una dignidad que se los impondrá y sus carencias serán cada vez más notorias, afectando la gestión misma.

De su fútil paso por la Cancillería hay una anécdota sobre su forma de hablar que refleja su personalidad: cuando pedía informe a los funcionarios sobre alguna gestión, decía “¿usted ya hizo esa vuelta?”.

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