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Julián Malatesta

En el proyecto de Malatesta resuena la teología negativa y su búsqueda sin fin de ese Dios oculto...

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Carlos Jiménez.
Carlos Jiménez. | Foto: El País.

29 de ago de 2025, 03:10 a. m.

Actualizado el 29 de ago de 2025, 03:10 a. m.

Julián Malatesta es uno de nuestros escritores más sugerentes y versátiles: escribe poesía, novela y ensayos literarios. Entre ellos, destaco el más reciente, que yo sepa: La inspiración, editado por la colección Breviarios del Fondo de Cultura Económica.

Lo hago porque me resulta afín a los temas que han ocupado buena parte de mi trabajo teórico de los últimos años: las relaciones entre el arte y lo divino. Por lo que no podía menos que ser atraído por un libro de ensayos dedicado a la poesía cuyo título tiene una carga teológica tan evidente.

El diccionario de la RAE lo certifica. A la definición hoy más corriente del término “Estímulo que anima la labor creadora en el arte o la ciencia”- añade la definición que es ciertamente la que históricamente le antecede: “Ilustración o movimiento sobrenatural que Dios comunica a la criatura”. La síntesis que propuso el romanticismo a estas dos definiciones, colocaba en el centro de la misma al poeta, el escritor que era más que un escritor, es el inspirado por excelencia. A ninguno de sus colegas de oficio, el romanticismo le negaba la inspiración, pero solo a él le atribuía la inspiración, en cuanto capacidad de comunicar con algo superior a él mismo, porque excede los límites de su mundo, que es también el nuestro.

Los de su comprensión y la nuestra. “El escrito que concede el título al libro -explica Malatesta– guarda en su más íntima urdimbre conexiones ineludibles e irrompibles con ese centro que debe ser desvelado en sus opacidades y transparencias”. El libro entero puede leerse como una propedéutica: la lúcida revisión de la poesía de Huidobro, Vallejo, Borges o Pound y de las lecciones ejemplares de Platón, Aristóteles, Spinoza, Bergson, Benjamin o Agamben, nos prepara para enfrentar la trágica revelación de que ese ‘centro’ al que tiende la poesía es realmente inalcanzable. Se nos escapa.

En el proyecto de Malatesta resuena la teología negativa y su búsqueda sin fin de ese Deus abscontitus, de ese Dios oculto, cuya naturaleza jamás puede ser revelada. Ni en sentido estricto nombrada.

El Islam acepta la afirmación del Dios del monoteísmo: “Soy el que soy”, pero la asedia con 99 nombres de sus atributos, ninguno de los cuales es su nombre propio ni podrá serlo. Los poetas de estos ‘tiempos de penuria’ hacen algo semejante: ponen en entredicho el sentido propio de las palabras para ofrecernos la experiencia de lo inefable.

Historiador y crítico de arte. Profesor de la Unviersidad Europea de Madrid y corresponsal de la revista ArtNexus en España. Es columnista del diario El Pais de Cali desde 1994.

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