“Un solitario de la grandeza”
Un grande, Turbay. Pasó con él lo que por lo general hacemos los colombianos, que desechamos a los altos valores para ir en pos de los mediocres. Así somos y parece que contra el virus de la imbecilidad no hay vacuna.
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8 de dic de 2021, 11:40 p. m.
Actualizado el 18 de may de 2023, 07:33 a. m.
Tengo gran admiración por Santiago Gamboa, uno de los novelistas colombianos que han dejado su impronta en nuestra alta literatura. Su último libro ‘Colombian Psycho’ atrapa al lector con esa trama que recuerda a los grandes creadores de la novela negra norteamericana Dashiell Hammett y Raymond Chandler.
Pero si es connotado autor de novelas, Gamboa también destaca como columnista. Sirve sendas columnas semanales en este diario y en El Espectador, y en ellas vierte su pensamiento político, con el cual me identifico pues estoy en su misma orilla ideológica, y son demoledoras sus críticas a los voceros de la derecha criolla.
En nota reciente publicada en estas páginas, Gamboa traza una acertada semblanza de uno de los políticos más ilustres que ha dado este país: Gabriel Turbay.
Como yo conocí el personaje en mi casa de Tuluá pues mi padre fue fervoroso partidario de la candidatura de Turbay en 1946, me atrevo a consignar el recuerdo que de él conservo.
El Partido Liberal que luego de tránsito por el desierto por más de 80 años se hizo con el poder en 1930, lo que le permitió a Colombia entrar al Siglo XX con las reformas constitucionales y legales que adelantó la colectividad roja, cayó en una irreconciliable división que le costó perder el Gobierno. El candidato oficial del liberalismo era Turbay, pero Jorge Eliécer Gaitán armó una disidencia a la que fue imposible reducir.
Los jefes liberales estaban con Turbay, pero poco hicieron para evitar el desastre. Gaitán volcó sobre Turbay toda suerte de infundios, más que todo por sus ancestros libaneses y lo tildaba de ‘turco’ en todas las plazas, a pesar de saber que su rival había nacido en Bucaramanga y que era tan colombiano como él.
Perversa es la política. Gabriel Turbay había sido uno de los más destacados funcionarios en los gobiernos liberales de Olaya, López Pumarejo y Eduardo Santos. Ministro de Gobierno y de Relaciones Exteriores. Brillante senador, defendió en el Capitolio las iniciativas propuestas por su partido enfrentando caudillos conservadores de la talla de Laureano Gómez. Embajador en Washington, tan destacado que el entonces secretario de Estado gringo expresó que no había conocido diplomático latinoamericano tan competente como el colombiano.
Cuando mi partido lo hizo candidato oficial, tuvo que enfrentar la pasividad de los jefes naturales y las andanadas de Gaitán. Eso condujo a que el liberalismo perdiera la elección presidencial el 5 de mayo de 1946, en la que triunfó el conservador Mariano Ospina Pérez.
Turbay no pudo reponerse de la depresión que le causó la derrota pues intuyó lo que vendría para su partido. Se fue a París, y como bien lo cuenta Gamboa se instaló en el Hotel Plaza Athénée.
Turbay era médico y sabía que el asma que lo aquejaba empeoraba con el frío invierno parisino. Una mañana lo encontraron muerto, con el pecho destrozado por sus propias uñas en un desesperado intento por llevar aire a sus pulmones.
Juan Lozano y Lozano quien era entonces director de Semana puso bajo el retrato de Turbay en la portada: “Pedazo de la entraña de la Patria”, y en el obituario lo definió como “un solitario de la grandeza”.
Un grande, Turbay. Pasó con él lo que por lo general hacemos los colombianos, que desechamos a los altos valores para ir en pos de los mediocres. Así somos y parece que contra el virus de la imbecilidad no hay vacuna.

Abogado con 45 años de ejercicio profesional. Cargos: Alcalde de Tuluá, Senador y representante a la Cámara, Secretario de Gobierno y Secretario de Justicia del Valle. Director SAG del Valle. Columnista de El Pais desde 1977 hasta la fecha.
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