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‘Ojo con el 22’

Al salir de la tenebrosa prisión de El Ubérrimo, en la que por decisión de una mamerta y prevaricadora Corte Suprema de Justicia Álvaro Uribe estuvo confinado.

2 de diciembre de 2020 Por: Jorge Restrepo Potes

Al salir de la tenebrosa prisión de El Ubérrimo, en la que por decisión de una mamerta y prevaricadora Corte Suprema de Justicia Álvaro Uribe estuvo confinado, anunció que promoverá un referendo que no dejará piedra sobre piedra de todo lo que para él es perverso: la JEP; el Acuerdo de Paz; reducir el Congreso; y crear una sola Corte. En fin, refundar la patria.

Pero al final de su rabiosa perorata, lanzó una advertencia que quienes aún defendemos la perfunctoria democracia criolla no acabaremos de agradecerle.

El prócer sentenció: “Ojo con el 22”. Al escucharle yo pensé que se refería al calibre del rifle Remington, como el que me regaló mi padre cuando este escribidor tenía 10 años y con el que cazaba torcazas en la finca familiar. Pero no. Uribe no hablaba de arma alguna.

Después de hondas cavilaciones y con la ayuda de un lector del pensamiento de los grandes colombianos, llegué a la conclusión de que Uribe se refería al año 2022, y que alertaba sobre lo que entonces podía suceder.

No tengo, como atrás dije, más que palabras de gratitud por esa voz de alerta, porque, en efecto, hay que pararle bolas pues dentro de dos años elegirá Colombia el sucesor de Iván Duque, y hay que tomar las medidas electorales convenientes para evitar que otro ‘el que diga Uribe’ se instale en la Casa de Nariño.

Tiene razón el exsenador. Hay que lograr que sus compatriotas cerremos la posibilidad de que él ponga en la silla presidencial a otro incompetente como el que inventó hace un par de años, y el que ha llevado a Colombia de fracaso en fracaso hasta el desastre final. Ya suena su hijo Tomás, para colmo de la desvergüenza.

Hay que evitar que Colombia pase otra vez por la tragedia de tener un Gobierno que ha convertido las relaciones internacionales en el hazmerreír del mundo. No más ‘Pachos Santos’ en la más importante embajada del país. No más descarada intromisión en procesos electorales ajenos, como la burda que vimos en el de Estados Unidos, que tan nefastas consecuencias traerá.

No más ataques al Acuerdo de Paz, que con todo y sus imperfecciones sacó del conflicto armado el grueso de una guerrilla que asoló campos y pueblos por más de 50 años.

No más miembros de la Policía matando a ciudadanos inermes, como Javier Ordóñez y Dilan Cruz, en acciones que recuerdan a las tropas de asalto de Heinrich Himmler en la Alemania nazi.

No más llamamientos a referendos absurdos cuando Colombia atraviesa tantos problemas causados por la pandemia y por los desastres naturales, que el expresidente debería de colaborar para enfrentarlos.

No más asesinatos de guerrilleros que se acogieron a los acuerdos de La Habana y del Teatro Colón, y de líderes sociales, que ya se cuentan por centenares.

Aquí de lo que se trata es que el próximo gobierno convoque a la unidad nacional para ver si así logramos capotear la tempestad que amenaza con hundirnos a todos.

Sería conveniente que en la búsqueda de ese propósito dejara el exsenador de calificar de “castrochavistas” a todos los que no coincidimos con su proyecto totalitario, del más exquisito corte falangista.

Y eso que ya nadie le come ese cuento porque ni a Trump le sirvió, pues Biden, para el payaso gringo, también es un discípulo de Castro y Chávez, que hace rato gozan de la gloria eterna.

Tiene razón el patriarca antioqueño: “Ojo con el 22”. En eso estamos, doctor Uribe, no con uno sino con los dos ojos bien abiertos.

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