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Casa de máquinas

Netflix obsequió a sus suscriptores la maravillosa serie ‘La casa de papel’, que se convirtió en suceso pues cautivó la teleaudiencia de todos los países a los que tiene acceso esa plataforma.

13 de febrero de 2019 Por: Jorge Restrepo Potes

Netflix obsequió a sus suscriptores la maravillosa serie ‘La casa de papel’, que se convirtió en suceso pues cautivó la teleaudiencia de todos los países a los que tiene acceso esa plataforma.

Me sembré en el asiento y en tres días vi las increíbles escenas de los bandidos con máscaras de Salvador Dalí entrando a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, que los españoles reducen a La casa de papel.

Con esa berraquera criolla, que no nos deja eludir cualquier reto, Empresas Públicas Municipales de Medellín (EPM), hoy dirigida por el gerente Jorge Londoño de la Cuesta, juzgó que no era tan cuesta arriba copiar la serie hispana y montaron un proyecto para darle a Colombia el 17 % de sus requerimientos energéticos.

En el reparto aparecen, además del apuesto gerente, el gobernador de Antioquia (Lupe), el alcalde de Medellín (Fico), y otros participantes como actores de reparto, y así se logró plasmar ese prodigio de suspenso titulado ‘Casa de máquinas’, que supera con creces el que causó ‘La casa de papel’.

Y el suspenso es mayor que el de la producción española porque todos sabemos que lo que pasa en esta es ficción y que esos delincuentes con apodos de ciudades al final no se saldrán con las suyas y que la Guardia Civil, con sus ridículos tricornios, les echará el guante.

En nuestra ‘Casa de máquinas’ la cosa es a otro precio pues están en vilo las vidas de miles de colombianos que pueblan 200 kilómetros de riberas del río Cauca, y que llevan meses con la angustia de que se les venga encima una avalancha peor que la de Armero en 1985.

Desde hace casi un año Colombia está sumergida en el drama de Hidroituango, que se nos presentó como la obra de generación eléctrica más importante del país, con costo cercano a los 10 billones de pesos que saldrían de préstamos internacionales y de recursos propios de EPM.

De pronto, empezaron los capítulos de terror y todos comenzamos a familiarizarnos con las palabras: oquedades, vertederos, socavones, túneles, compuertas y llegamos al clímax con casa de máquinas, que prestó el título a la película.

Que si se inunda, que si no se inunda, que si se inunda se hunde la hidroeléctrica, que no, que puede inundarse sin que nada pase, en fin, todo un Hitchcock redivivo, pues ‘Psicosis’ es pálida comparada con lo que estamos experimentando en la tragicomedia paisa.

Pienso, como insomne que soy, en las negras noches que está pasando el gerente de EPM. Si fuera su amigo le recomendaría tomar Somese para conciliar el sueño y Escitalopram para soportar que Lupe le arroje a la cara el agua sucia, responsabilizando a la empresa de la eventual tragedia sobreviniente.

Y mi amado río Cauca, tan tiernamente cantado por Ricardo Nieto (“Tierra que ciñes a tu veste glauca, / formada por las lianas del boscaje, / el trasparente y delicado encaje/ que ciñe en torno de tu cuerpo el Cauca”), agoniza y agonizan económicamente los pobladores de sus márgenes que no solo están expuestos a una avalancha, sino que su ‘modus vivendi’ que es la pesca terminó, porque la otrora arteria fluvial murió con la presa.

No le veo salida a esta calamidad, y lo cierto es que el desastre financiero lo pagaremos todos, como nos tocó pagar el sobrecosto del metro de Medellín.

Un poeta tulueño dijo: “Antioquia yo te venero/ como noble pueblo hermano, / pero, pero, pero, pero...”.

¿Y las lindas chicas de Ituango, cuyo gentilicio es ‘itangüenas’, seguirán así? Pregunto yo.

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