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Carlos Lleras Restrepo

Su gobierno, que se conoce como el de la Transformación Nacional, es uno de los mejores que ha habido en Colombia, solo comparable con los de Tomás Cipriano de Mosquera y Alfonso López Pumarejo

30 de octubre de 2019 Por: Vicky Perea García

El ajetreo político hizo que solo hoy pueda ocuparme de los 25 años del fallecimiento de Carlos Lleras Restrepo, por quien mantuve -hasta el día de su fallecimiento el 27 de septiembre de 1994- una mezcla de admiración, vasallaje y cariño pues, a mi juicio, fue con Uribe Uribe y Gaitán la trilogía más importante del Partido Liberal en el Siglo XX.

De hecho, Carlos Lleras fue quien por más tiempo ejerció la jefatura del liberalismo en épocas en las que la enseña roja era sacudida por tempestades tremendas. El 9 de abril de 1948, al caer asesinado Jorge Eliecer Gaitán, en medio de las llamas que consumieron buena parte del centro bogotano, un grupo de notables liberales resolvió nombrar de facto a Carlos Lleras para que ejerciera la dirección del Partido, que había quedado al garete tras la muerte del caudillo. Lleras pronunció la oración fúnebre en el sepelio multitudinario de Gaitán.

El Partido Conservador que estaba en el Gobierno que presidía Mariano Ospina Pérez, resolvió pasar factura por los desmanes del ‘Bogotazo’, e impedir a cualquier costo que la colectividad del líder inmolado se asomara al poder en 1950, para lo cual montó una verdadera máquina de guerra, que se le salió de las manos, y cuando quiso detener la ordalía, ya era tarde, y los grupos armados se sentían más que poderosos y siguieron delinquiendo. Así, la violencia alcanzó cota muy alta.

Carlos Lleras se irguió en solitario desde el Senado para denunciar la persecución que sufría su partido, especialmente en las zonas andinas, de donde eran sacados a la fuerza los liberales para apoderarse de sus tierras los bandidos. Ríofrio, Trujillo, Sevilla, Caicedonia son ejemplos de las poblaciones que padecieron el terrible flagelo.

Los valientes discursos de Lleras en el Senado muestran lo que fue la ‘acción intrépida’ que se ejerció en todo el país. El jefe rojo enfrentaba en ese recinto a Luis Ignacio Andrade, ministro de Gobierno, al que acusaba de ser el responsable de aquella “suprema hazaña”.

La confrontación de Lleras con el régimen duró hasta el 6 de septiembre de 1952, cuando al amparo de la Policía facinerosos incendiaron El Tiempo, El Espectador, la Dirección Liberal y las casas de López Pumarejo y de Lleras, que resistió el asalto hasta que se le acabó la munición de su revólver, y tuvo que escapar saltando por el muro que lo separaba de un vecino. De allí pasó a la Embajada de Venezuela y luego salió exiliado a México, en donde permaneció hasta cuando Rojas Pinilla nos hizo creer que volvería la paz con el apoyo de las Fuerzas Armadas.
No fue así, porque al año volvió la balacera.

Lleras fue artífice con su pariente Alberto Lleras del pacto que suscribió el Partido Liberal con Laureano Gómez, en nombre del conservatismo. Fue el tercer presidente del Frente Nacional, que repartió de por mitad entre rojos y azules todos los poderes públicos, con lo que se logró la paz política, pero liquidó la democracia, de la que hoy solo tenemos un remedo.

Su gobierno, que se conoce como el de la Transformación Nacional, es uno de los mejores que ha habido en Colombia, solo comparable con los de Tomás Cipriano de Mosquera y Alfonso López Pumarejo, pues a través de la Reforma Constitucional de 1968, se modernizaron las instituciones y se creó una serie de entes públicos, que cambiaron totalmente, y para bien, la marcha del país.

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