Ideología hunde economía

La frase de Fabio Echeverri Correa, “la economía va bien, pero el país va mal”, no aguantó la prueba del primer gobierno radicalmente ideologizado en Colombia. Ahora todo va mal; el país sumido en una alarmante polarización y con un presidente incendiario, rodeado de ineptitud y corrupción, mientras la economía atraviesa su peor racha bajista, con un estancamiento en la inversión extranjera directa y una creciente fuga de capitales.

Sin embargo, no debiéramos sorprendernos. Ya teníamos el espejo de Cuba y Venezuela, prosperas y ricas naciones, arruinadas por regímenes totalitarios. Pero el reflejo se nos aplica más con Argentina, bajo gobiernos de izquierda que, aunque no controlan completamente las otras ramas del poder, implementan desastrosas políticas públicas que sumergieron al país en la recesión e hiperinflación. Pero sus recetas frente a la actividad productiva no varían; como bien describía Ronald Reagan, esos instintos son: “Si se mueve, grávelo, si todavía se mueve, regúlelo, y si deja de moverse, subsídielo”.

Los resultados del Producto Interno Bruto, PIB, confirman la gravedad del asunto: pasamos de crecer 10,8% en el último año completo de Duque, a un 0,6% en el primer año completo de Petro. Este año empezamos el trimestre con una cifra del 0,7%, con la mitad de los sectores en rojo, lo cual es paupérrimo frente a nuestro crecimiento potencial. Y todavía el ministro de Hacienda celebra que nos alejamos de la recesión. ¡Qué descaro!

Mientras todo esto ocurre, el bloque de votantes que más apoyó al actual gobierno, los jóvenes, experimenta una tasa de desocupación creciente y exorbitante: uno de cada cinco está cesante. Ni hablar de los que migran al exterior y citan “la falta de oportunidades laborales” como la principal razón. Por esto y mucho más, le cantaron la tabla a Gustavo Petro llamándolo populista en su cara, a lo que este solo atinó a responder: “Te equivocas”, y a tildarlos de “jóvenes de partidos, ricos, viejos, y no jóvenes populares”. Qué vergüenza… hasta a los jóvenes quiere dividir y enfrentar.

Y mientras los escándalos y desaciertos políticos del gobierno acaparan la atención nacional, nuestra economía retrocede como el cangrejo. No tan lenta, pero sí inexorablemente. Somos cada vez menos competitivos en el contexto global, y nuestra competitividad tributaria se ubica de última entre todos los países de la Ocde. El círculo vicioso continúa con el presidente señalando y agrediendo la iniciativa privada, disparando el gasto público (o el que sea capaz de ejecutar al menos) y enviando todas las señales equivocadas posibles para desestimular la confianza inversionista. Y tan risibles que parecían a algunos las referencias al “decrecimiento” y al “empobrecimiento”, sin imaginarnos que serían los principios rectores de una política de Estado.

Con todo y esto, sigo siendo optimista que el país va a poder sobrevivir esta ‘purgada’ tan brava que nos hemos dado. Las instituciones, aunque atacadas, han resistido. La economía, aunque en la ‘trampa del estancamiento’ que menciona Mauricio Cárdenas, no ha sucumbido a pesar de, y NO a raíz de, una desastrosa agenda pública. El gobierno acumula importantes derrotas en el legislativo, en la opinión, en las urnas, y en las calles. Y aunque políticamente tratará de maquillar sus reveses con populismo y verborrea, en el campo económico las cifras no mienten. Gustavo Petro y su radicalismo han conducido nuestra economía al borde del abismo, pero serán esos mismos resultados los que pesarán muy fuerte para derrotar su proyecto político en el 2026. Igual que en la Argentina. Eso y la ‘inseguridad total’.