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Mostrar las cartas

Al día de hoy las filtraciones de los audios de Petro, y de ciertos activistas cercanos al paro, demuestran que lo sucedido fue producto de la euforia y de la ilusión de hacer la revolución de una vez

14 de mayo de 2021 Por: Gustavo Duncan

Luego de dos semanas de paro ya hay señales de que la protesta ha avanzado al planteamiento de una agenda de negociación que, al menos, se reduce a unos puntos concretos en que es posible trabajar.

Cuando el Presidente retiró la reforma tributaria y se cayó el Ministro de Hacienda, había dos opciones. La primera era que levantaran el paro, declararan la victoria y se prepararan para, en una segunda instancia, acordar un nuevo pliego de peticiones al Estado y las élites. Era un capital político enorme para afrontar las campañas al Congreso y a la Presidencia en el 2022.

La segunda opción, la que tomaron, era continuar la marcha aprovechando la inercia que tomó la movilización. No era claro la razón por qué tomaron esa decisión, si fue porque pensaban en elevar la apuesta y proceder inmediatamente a plantear nuevas exigencias al establecimiento o fue porque se ilusionaron con la posibilidad de hacer tumbar a Duque y hacerse al control del Estado. Palabras más, palabras menos, una revolución.

Al día de hoy las filtraciones de los audios de Petro, y de ciertos activistas cercanos al paro, demuestran que lo sucedido fue producto de la euforia y de la ilusión de hacer la revolución de una vez. Sus preocupaciones eran evidentes. Eran conscientes que la inercia no iba a llevar a una revolución y que en un momento dado la movilización se iba a estancar. Iban a quedar en una situación indeseable: la gente agotada en la calle y agobiada en sus casas sin haber obtenido nada adicional al retiro de la reforma tributaria y la renuncia del ministro.

Entonces el asunto se convirtió en cómo salir del paro de manera digna.
Lo que implica no dejar la imagen que se han rendido, convencer a los sectores que aún apuestan por la revolución y plantear una agenda creíble de negociación con el gobierno.

Algo que nunca contemplaron quienes se abalanzaron a hacer una revolución porque nunca pensaron en un plan B, era revolución o muerte. La salida no es fácil. Se requiere de mucha audacia para presentar una solución que deje contento a todo el mundo, -la sociedad que se ilusionó, activistas, manifestantes duros, el Gobierno y los intransigentes del comité.

No obstante, ya parecieran estar mostrando las cartas. Han reducido los puntos de discusión a unos cuantos, en lugar de más de cien peticiones que tenían originalmente. En un trino Ernesto Samper concreta los temas en la discusión de la renta básica, matrícula cero para educación pública, aplazar la fumigación, una comisión internacional que monitoree los abusos de la fuerza pública y una reforma a la salud concertada. De seguro, solo saldrá una declaración de principios en ese sentido, pero servirá de salida decorosa a quienes apoyaron el paro.
Podrán levantar los bloqueos y darles un descanso a los manifestantes.
Para el Gobierno la carta principal pareciera ser levantar los bloqueos que en la práctica es el repertorio de la movilización que más daño y presión le causa. En particular, por las presiones de sectores más radicales que llaman a una intervención militar. Pero Duque no podrá iniciar las conversaciones si no levantan el bloqueo. Sería imposible llegar a acuerdos en la mesa de negociación en medio del desabastecimiento y las limitaciones a la movilidad.

En las próximas semanas las cosas deben decantarse, entre antes mejor, de lo contrario a Duque no le quedará nada diferente a la militarización.
Sigue en Twitter @gusduncan