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La displicencia de Duque

Cualquier explicación de lo que sucede termina en la personalidad de Duque: todos los caminos conducen a su ineptitud. Mientras, en el interior de muchos colombianos y colombianas, se cocina una rabia e indignación descomunales por tantas épocas de injusticia e inequidad

10 de mayo de 2021 Por: Gloria H.

Tal vez por mi formación inicial en el psicoanálisis le doy muchísima importancia a los símbolos. El símbolo, en lenguaje simple, es “un modo de representación indirecta y figurada de una idea, un conflicto, un deseo inconsciente”. La bandera, por ejemplo, es un símbolo. Para muchos “solo” es un pedazo de tela, o una amalgama de colores. Pero difícilmente un colombiano puede “no leer” el significado del amarillo, azul y rojo. Vivimos rodeados de símbolos. En todo momento hablan de lo que sucede y permiten acceder a significados mas profundos. No todo se mueve en el mundo concreto. Por ello mido la gravedad de la displicencia de Duque con la ciudad de Cali. ¡Es descomunal! Este periódico inició una campaña exigiendo respeto por Cali: extraordinario.
Pero al primero que se le debe exigir ese respeto por la ciudad es a Duque. Y definitivamente no ha dado la talla. ¡No nos respeta!

No nos quiera (no tiene porque querernos) pero si como representante de una institución, debe comportarse a la altura de ello. Un padre puede querer más a unos hijos que a otros pero tiene el deber ético de tratar de ser lo más equitativo posible. Que no se le note la preferencia. Por ello, en el caso Duque hay toda una paradoja. Más de lo que podría hacer por la ciudad (no tiene ni liderazgo ni conexión ni empatía para hacerlo), es lo que representa como oficio. Ha mandado mensajeros a los que se les nota su poquedad y cada “decisión” pareciera orquestada para desdibujarse más. Aquí están los resultados de elegir a un individuo sin experiencia, sin conocimiento, sin liderazgo. Entonces la sensación de orfandad es total. Cali está como un barco a la deriva… y para completar, esa posición “dramática” de Ospina, que parece estuviera representando papeles, nos hunde en una desesperanza total. Quien lo creyera, un individuo como Monseñor Monsalve (a quien se le pidió en algún momento que se dedicara “a lo suyo”) está jugando un papel más preponderante que los políticos tradicionales. Monsalve sintoniza, escucha, resuena con las gentes, de allí que se confíe en él y se perciba que no esta buscando ninguna clase de ganancia personal o política.
Simboliza confianza por eso es un interlocutor válido… ¡Y lo está haciendo!

Son múltiples los problemas que se mueven en nuestra ciudad. Y en esta orfandad pululan ideas que aunque bien intencionadas (eso esperamos), refuerzan el problema. No se miden sus alcances. La expresión “los buenos somos más” se escucha como excluyente, agresiva. ¿Logra sintonizar cómo se dice y cómo se oye? ¿Capta la exclusión? No hay que olvidar la expresión “¿Papi y si matamos a los malos quedamos los buenos? No hijo, quedamos los asesinos”. De allí que abrir la mente para escuchar cómo otros perciben el día a día, es importantísimo. La inclusión es una tarea primordial en el futuro que queremos construir.
Aún más, creo que es el único camino para poder convivir. Las otras miradas también son válidas. Así no nos gusten.

Cualquier explicación de lo que sucede termina en la personalidad de Duque: todos los caminos conducen a su ineptitud. Mientras, en el interior de muchos colombianos y colombianas, se cocina una rabia e indignación descomunales por tantas épocas de injusticia e inequidad.
¿Así Duque no lo haga, los demás podemos escucharlo?
Sigue en Twitter @revolturas

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