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Mirándose el ombligo

No es posible que una comunidad, un ser humano crezcan sino aceptan lo diferente

20 de marzo de 2023 Por: Vicky Perea García

¿Alguna vez se ha detenido a mirarse su ombligo? ¿Ha concentrado su atención en el centro de su cuerpo, en ese minúsculo espacio por el que alguna vez estuvo conectado físicamente con su madre? ¿Bonito, feo, grande, pequeño, bien ‘delineado’, cómo lo ve? Pues bien, mientras usted se deleita o emboba (o ambas cosas) mirándoselo, el resto del mundo ha desparecido. No existen nada más que usted y su ombligo. Si alguien contempla la escena podría juzgarla como ‘persona en estado de idiotez’ porque el ignorar que hay un exterior que enriquece es una forma sutil de esconder el miedo. Me encuevo creyendo mágicamente que el mundo se esfumó. Desaparecieron el peligro, el cuestionamiento, la comparación, los errores, la injusticia… Yo ‘solito’, a salvo.

¿A salvo de qué? Posiblemente de lo diferente, de sentir que el mundo no termina en mi propia humanidad y que como seres sociales que somos, estamos conectados y somos permeados por el afuera. Así me aterrorice ese ‘afuera’. Encontrar lo diferente es el gran pánico mundial. Estamos en el mundo y negar la existencia del otro es una forma cobarde de sentirse humano. Pero lo intento hacer solo rodeándome de personas iguales a mí, con mi mismo pensamiento, con la misma ideología, con las mismas creencias. Entonces, cual sala de espejos, el mundo es igual a lo que yo pienso y creo. Nada desentona. Todos somos idénticos y no hay peligro ni riesgo de que algo diferente me perturbe. Por el contrario, me siento pleno en la igualdad que refuerza lo que yo creo que soy.

Pues bien, muchos de los chats o grupos de redes sociales, o reuniones con personajes que dan su propia versión de la ciudad, el país o el mundo, son cajas de resonancia para oír lo mismo. Lo que yo ya sé y lo refuerzo. Lo que yo ya creo y lo confirmo. Me impacta sobremanera los chats donde los participantes se miran el ombligo. Se regodean probando su propia teoría. Y entonces ‘todos’ piensan como yo, ‘todos’ son mayoría y por lo tanto tenemos la razón y nuestra verdad es universal.

Es impactante como se ‘achiquita’ el cerebro o la razón en esas cajas de resonancia. Ninguna idea diferente, ningún planteamiento cuestionador, nada. Lo mismo de lo mismo, en un mundo de iguales donde lo diferente es aterrador. Además, el que se atreva a salirse de la sala de espejos, corre el riesgo de ser lapidado psicológicamente por bruto, idiota o diferente. No puede haber disenso, solo se permite la igualdad. Un mundo de iguales, un mundo de zombies, aterrados con la diferencia.

Y es aquí donde nos estamos haciendo tanto daño. Encerrados en guetos, mirándonos el ombligo, ni siquiera estamos abiertos a aceptar criterios distintos a los nuestros porque los sentimos peligrosos. No es posible que una comunidad, un ser humano crezcan sino aceptan lo diferente. Las reuniones, los chats, los grupos de iguales, se están convirtiendo en plataformas de enfermedades mentales porque la agresividad, la persecución, el odio, el desprecio, la paranoia, se incuban en estos lugares para salir más armados contra lo diferente. Lo diferente es amenazante.

Sin embargo en letra clara, si no aceptamos la diferencia, terminaremos de destruirnos. Algo tiene que cambiar, desde lo diferente, porque como vamos, vamos mal. El resultado del mundo en que vivimos está a la vista…

Sigue en Twitter @revolturas

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