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¿Necesario?

No marché. No estuve de acuerdo con el paro porque era previsible su triste desenlace. Porque los organizadores lo sustentaron en mentiras, tenía un fin político y en no pocos casos motivado por el odio.

24 de noviembre de 2019 Por: Vicky Perea García

Las imágenes son dantescas. Hordas de criminales vociferantes arrasando con todo lo que encuentran a su paso, destruyendo estaciones y buses de los sistemas de transporte masivo; saqueos a locales comerciales y tiendas de barrio; ciudadanos atemorizados y armados para repeler los vándalos en los conjuntos residenciales; agentes de la policía golpeados y ultrajados, manifestantes en clínicas por efecto de los gases lacrimógenos.

Tres muertos, 151 policías heridos, 122 civiles en observación médica, 76 estaciones y 79 buses de Transmilenio y 5 estaciones y 19 buses del MÍO, y 44 oficinas bancarias destruidas; pérdidas al comercio por 150.000 millones, sin contabilizar aún los daños materiales; la cancelación del 5% de las operaciones aéreas. Unas primeras cifras de los destrozos y las afectaciones de dos días de un país paralizado, que bordeó la anarquía.

¿Y todo para qué? ¿Para protestar por unas reformas laboral y pensional que no existen ni están en discusión? ¿Por una educación pública que ha recibido la mayor inyección de recursos en la historia? ¿Contra la mayor alza del salario mínimo en 25 años? ¿Por una reforma tributaria que incentiva el empleo formal bajándole impuestos a las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas, y beneficios especiales al agro y al turismo?

¿En defensa de un proceso de paz -bueno, malo o regular- que lejos de estar amenazado sus compromisos están siendo implementados? ¿En rechazo a la reducción de 16.000 hectáreas de coca, principal combustible de nuestra violencia? ¿Contra la reducción en los homicidios y el secuestro, pese al legado de disidencias de las Farc y un narcotráfico envalentonado fruto de medidas absurdas como el proscribir el uso aéreo del glifosato?

¿Para protestar contra la corrupción al tiempo en que se presiona la restauración de la mermelada, la más nociva de las prácticas corruptas? ¿Cuando las investigaciones de la financiación ilegal de la campaña presidencial de 2014 duermen el sueño de los justos? ¿Cuando se le echa tierra al entramado detrás de la fuga de Aída Merlano? ¿Cuando más de un manifestante guarda silencio cómplice ante estos y otros hechos de corrupción?

¿Por el odio visceral a Uribe? ¿Por venganza y retaliación de políticos y ciudadanos que aún les duele el triunfo de Duque y quieren verlo pulverizado? ¿Por un Gobierno que lleva solo 15 meses y tiene al país creciendo por encima de los países de la región y del promedio mundial, pero se le responsabiliza de todos los males? ¿Por un Mandatario que supuestamente no escucha pero ha realizado 40 talleres en región, 2,6 por mes?

No cuestiono a las 250.000 personas que marcharon de buena fe y de manera pacífica, independiente de su motivación, pues el nuestro es un país con enormes necesidades y todos en últimas tenemos razones para protestar. Es además un derecho y cada cual lo ejerce, a consciencia o por engaño. Está además de moda y Colombia no podía quedarse atrás. Cuestiono a quienes soslayaron los riesgos. Y a los oportunistas y los politiqueros.

No marché. No estuve de acuerdo con el paro porque era previsible su triste desenlace. Porque los organizadores lo sustentaron en mentiras, tenía un fin político y en no pocos casos motivado por el odio. Y porque sin desconocer los desafíos del país y falencias del Gobierno, se avanza en el camino correcto. Respeto a quienes marcharon, comparta o no sus ideas, pero me pregunto si todo esto era necesario. Cada quien hará su balance. Lo importante ahora es unir esfuerzos, respaldar a las instituciones, y apostarle al país.

Sigue en Twitter @FcoLloreda

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