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Leo Kopp

Hacía mucha falta. Se trata de una figura legendaria, una suerte de ‘Santo Urbano’, que es venerado por ciudadanos de diversos orígenes, según se dice y así lo confirma el reciente libro de la autoría del distinguido historiador Luis Fernando Molina Londoño.

27 de diciembre de 2019 Por: Fernando Cepeda Ulloa

Hacía mucha falta. Se trata de una figura legendaria, una suerte de ‘Santo Urbano’, que es venerado por ciudadanos de diversos orígenes, según se dice y así lo confirma el reciente libro de la autoría del distinguido historiador Luis Fernando Molina Londoño, de la Universidad de Los Andes: ‘Leo S. Kopp (1858-1927). Historia de un visionario’. Son 656 páginas, con una impecable edición que incluye, además, lo que hace falta en casi todos los libros editados en Colombia, un índice onomástico que tiene 14 páginas, una excelente bibliografía (22 páginas), con las fuentes generales, los archivos y colecciones documentales y la bibliografía general. Incorpora también colecciones de arte y exposiciones, entrevistas, páginas electrónicas, partituras y carátulas musicales, periódicos, publicaciones oficiales y revistas. Bella carátula, excelente diseño, letra legible, una publicación a la altura del personaje.

Es un recuento muy cuidadoso de los orígenes, realizaciones y comportamientos de una personalidad excepcional. El Profesor Molina siguió, en la versión original y en la actualizada, el modelo que el Profesor Carlos Dávila elaboró para la realización de biografías de empresarios. Llama mucho la atención la presentación del entramado familiar vinculado a las actividades de don Leo Kopp y se observa una vida caracterizada por la ausencia de ostentación y por su espíritu filantrópico. Iluso pretender, en una columna de 550 palabras, una justa nota bibliográfica. Será trabajo de otros historiadores en textos más enjundiosos.

Leí con ansiedad, alimentada por una vieja curiosidad, el texto del Profesor Molina. Asombra la versatilidad de la vida de don Leo Kopp y la manera como se incorporó plenamente a la sociedad colombiana. Lo propio ocurrió con las familias que se asociaron a su dinamismo empresarial y que continuaron sus iniciativas o emprendieron nuevas actividades. Es muy notorio el papel que mujeres de la familia desempeñaron en la vida cultural, social y hasta política. Se registran acciones muy significativas, como la creación de Profamilia o de la Asociación para promover la Muerte Digna, acciones que caracterizaron buena parte de la vida de Beatriz Kopp de Gómez, madre de Ángela, Ana Milena, Alejandro y Diana. También Helena Samper, Nohora Pombo y Ángela Gómez han desempeñado importantes posiciones públicas.

La lectura de un texto ya al final del libro me indujo a escribir esta nota antes de hacer una reflexión más cuidadosa: “Kopp se salía del patrón de comportamiento de las elites patronales colombianas porque se le reconocía por su generosidad con los trabajadores a través, no sólo de buenos salarios, pago adicional por horas nocturnas y festivos, sino de apoyo económico para construir una vivienda dotada con todos los servicios, alimentación en la fábrica, servicio médico y pago de días no laborados por enfermedad, apoyo educativo, sala cuna para las obreras y otros beneficios” (Pág. 525).

En tiempos de protestas sociales en diversos países, cuando el tema de la desigualdad (siempre presente) adquiere punzante vigencia, cuando se debate el salario mínimo entre nosotros, me pareció que este libro era muy oportuno porque describe una vida que deja muchas lecciones para un capitalismo en crisis.

Según esta historia bien fundamentada, realmente Kopp era un visionario y hasta un empresario utópico. No hay indiferencia. No hay desconexión con la realidad. No hay insensibilidad. Hay compasión. Hay solidaridad. Hay empatía.

Colombia necesita más historias de éxito, acompañadas de generosidad en este bicentenario.

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