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Armando Barona Mesa

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El sueño de las escalinatas

Han sido dos años tenebrosos y nos esperan otros dos, aunque las perspectivas de sus sueños de grandeza -Ah Zalamea- le marcaban el camino largo de Maduro y Ortega...

24 de mayo de 2024 Por: Armando Barona Mesa

Se le ha caído el pelo y, el poco que le queda suelto, se volvió blanco y corto en medio de los pelones, digamos que de la noche a la mañana. Es decir, que se ha envejecido. Ah, la gente ya sabía algo por la cachucha de almirante y general que usaba todo el tiempo y en todas partes, con alamares en la visera. Es cosa humana que, no lo puedo ocultar, le llega a uno como espectador de la vida con cierta tristeza. ¿Cómo negarlo?

Y por más que recapacite sobre las ocurrencias de la vida que nos toca, siento esa tristeza de ser humano, ante el suceso que golpea a un hombre que, en medio de la lucha integral de su propio vivir, gobierna a este país -nuestro país-.

Llegó lejos y ha tenido un camino equivocado para unos y asombroso para otros. El sueño de las escalinatas de Jorge Zalamea Borda -”Como los lectores de libros sacros, los pregoneros de milagrerías y los loteadores de paraísos y nirvanas...”- está allí, palpitante; y él con agresividad y odio, lo cultiva. Pero sea momento de decirlo con claridad indiscutible, sus equivocaciones y desaciertos nos han golpeado y nos están golpeando duro.

Piensa él que es necesario golpear y aborrecer a la gran mayoría de la gente de un país al que en su mayor parte él ha odiado y odia con un resentimiento que ostenta con orgullo y un discurso levantado. Pero, ¿qué es lo que ha pasado y nos está pasando? Pues que todo va mal, por donde se lo mire. Los cuadros y cifras económicas demuestran un decrecimiento de las exportaciones y un desempleo que aumenta, aunque ha aprendido a decir lo contrario y a darle publicidad pagada con los dineros de todos nosotros al paraíso artificial.

La paz que todos anhelamos, ha dejado de ser un sueño posible para convertirse en el diario flagelo de las poblaciones de pobres y desesperados compatriotas. Una violencia que no se vivía desde el año 1950, azota los departamentos del sur, entre ellos el Valle del Cauca.

A los soldados y policías los matan y los agreden con ostentación; y él cree que con palabrerías puede pintar los paraísos y nirvanas. Ha maltratado al ejército y a la policía y los ha expuesto a burlas y humillaciones bajo su control de malabarista de la izquierda. Juega a aglutinar las grandes masas, pero ha golpeado con una reforma desalada la salud de las clases trabajadoras y sindicalistas que le han prestado -como lo hiciera Fecode- apoyos económicos para su campaña por debajo de la ley.

Y sobre todo, la corrupción ha llegado a extremos inauditos con contratos ominosos como los de la Ungrd, que no terminan de analizarse en toda la dimensión de sus oprobios. ¡Corrupción! Su hijo, su hermano, su nuera y sus amigos allegados como el chantajista Benedetti, hoy disfrutando en Italia de los círculos sobrevivientes de una nobleza que se apagó hace más de cien años, como se advierte en los recortes de noticias que nos llegan.

Han sido dos años tenebrosos y nos esperan otros dos, aunque las perspectivas de sus sueños de grandeza -Ah Zalamea- le marcaban el camino largo de Maduro y Ortega y las delirantes perspectivas y ensoñaciones de que ese pueblo, que maniobraba con palabras sonoras y rimbombantes, lo llevaría a la larga gobernanza de un Putin o del ya lejano Fidel.

Bueno, no obstante todo esto, no lo puedo negar, me causa cierta tristeza ver que se le ha caído el pelo al prestidigitador. Y cuando se cae el pelo, también se caen las esperanzas y digamos que el ánimo del galán.

Sí, da cierto pesar; pero es necesario que en un acto de conciencia colectiva levantemos nuestra fe y esperanzas en un destino mejor que lo actual. Este país siempre ha sido luchador y sabe encontrar su camino, por encima de los paraísos artificiales de que hablaba el poeta Zalamea y el discurso de barriada del que, para mal de nuestras culpas, actualmente nos gobierna.

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