Columnistas
El respeto es mutuo
Un referente perfecto para hablar sobre cualquier conflicto humano, incluidos, por supuesto, los de origen político.

6 de jun de 2025, 02:40 a. m.
Actualizado el 6 de jun de 2025, 02:40 a. m.
Hace ya 72 años, por allá en 1953, Celia Cruz se ganó el primer disco de oro de su legendaria carrera gracias a un conflicto que quedaría grabado para siempre en las páginas de oro de la música afroantillana.
Se trata de una pelea ficticia que se inventó a modo de canción el violinista y director de orquesta Óscar Muñoz Bouffartique, y que fue grabada por la Sonora Matancera en su momento de mayor popularidad en Cuba.
Aunque en su momento nadie relacionó la pegajosa melodía con asuntos políticos, con el paso del tiempo la letra de la guaracha ‘Burundanga’ se convirtió en un referente perfecto para hablar sobre cualquier conflicto humano, incluidos, por supuesto, los de origen político.
Y hace unos días, cuando volví a escucharla a lo lejos mientras caminaba por las calles del Centro, se me ocurrió que no hay una mejor descripción que esa melodía para contar lo que nos está pasando a los caleños.
Porque aquí andamos, literal, así: “Songo le dio a Borondongo. Borondongo le dio a Bernabé. Bernabé le pegó a Muchilanga, le echó burundanga, les hincha los pies…”.
No hay día en que los medios no registren un tropel en cualquier calle de la ciudad, por cuenta de una intolerancia creciente que se ha apoderado de ese espíritu alegre y jovial que nos caracteriza.
Es como si -y perdónenme esta figura los más creyentes- una especie de entidad demoniaca nos hubiera poseído. Y a muchos les está cambiando la vida, para mal, por cuenta de ese fenómeno. Hay casos como los del hombre que se ganaba la vida como un sofisticado barman, pero de un momento a otro, por un simple llamado de atención de un guarda de tránsito, quedó convertido públicamente en un monstruo racista aborrecido por toda la sociedad.
O también los casos de personas que ahora están ‘envainadas’ en la Fiscalía por haber atropellado en un retén a alguna autoridad de tránsito.
Hace solo dos días, para no ir más lejos, un motociclista por poco mata a nuestro colega reportero gráfico Hugo Romero, simplemente porque este se atrevió pedirle que no circulara con su vehículo por un andén.
También están esos que, vestidos de un uniforme o haciendo uso de algún tipo de poder oficial, abusan del ciudadano de a pie y lo convierten en víctima de sus complejos.
Tristemente, nada de esto obedece a un fenómeno paranormal que requiera un exorcismo. Todos son casos en los que están de por medio la conciencia plena y la voluntad activa de incurrir en estos errores. Se trata, en realidad, de una idea equivocada que nos creímos desde hace un tiempo: la idea de que aquí cualquiera puede hacer lo que se le venga en gana, solo porque se le ocurrió que sus derechos están por encima de los de los demás.
Y yo pregunto: ¿Eso es Cali? ¿Es eso lo que somos los caleños? ¿Es esa ira contenida, y no nuestra alegría infinita, la que nos define? Estoy seguro que no.
Por eso me parece tan valiosa la idea que se le ocurrió al presidente del Concejo, Édison Lucumí, de convocarnos a reconocer que “El respeto es mutuo”. Más que una campaña de cultura ciudadana, esta idea nos invita a reflexionar sobre lo que cada quién tiene que aportar para que a Cali no se la siga llevando el demonio.
Estamos a tiempo. Vale la pena sumarse. Solo se trata de recordar, y aplicar, la letra final de la famosa canción de Celia con la Sonora: “... practica el amor, defiende al humano porque ese es tu hermano y se vive mejor”.
Periodista y economista. Está vinculado desde hace 24 años a El País, donde hoy ejerce como Jefe de Redacción Online. Melómano apasionado, autodidacta obsesivo y enamorado eterno de Cali. Nadie le quita 'lo bailao'