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Es lo mínimo...

Podría continuar la lista de pacientes mínimos que entregamos cada día como compensación a generosos y permanentes actos de solidaridad que hemos recibido de los hoy adultos mayores a lo largo de nuestras vidas.

25 de noviembre de 2022 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

* Amigo: Me marcaste en estos días con pena porque tu señora, con comienzos de Alzheimer, me ha hecho varias llamadas para agradecer un pequeño detalle que les traje de un viaje. No te apenes que no me molesta recibir sus llamadas y lo haré cuantas veces ella quiera. Es lo mínimo frente a tantos años de cariño, hospitalidad y generosidad.

* Amiga: Te angustias porque cuando te visito, tu padre, mayor y enfermo, saca su cuaderno de poesías inéditas y nos declama largos ratos. Disfruto oyéndolo porque quienes tenemos algo de artistas, lo hacemos para llenar los sentidos de los demás con color, rimas o sueños. Es lo mínimo frente a su vida entregada a la educación y a su bonhomía, heredada por ustedes.

* Mi primer jefe y hoy el mayor de mis amigos: Cuantas veces usted me pregunta “Yo no sé si esto ya se lo conté”, y yo con una sonrisa cómplice lo animo a que vuelva a contarme de sus viejos méritos, de anécdotas fantásticas, de conquistas envidiables y de proyectos en camino. Oírlo una y mil veces y reflexionar como si fuera la primera vez es lo mínimo que puedo hacer cuando recuerdo cuantas oportunidades me abrió al confiar en mí como trabajador, sin experiencia y solo con los valores de mi casa y la entonces, educación de pregrado.

Podría continuar la lista de pacientes mínimos que entregamos cada día como compensación a generosos y permanentes actos de solidaridad que hemos recibido de los hoy adultos mayores a lo largo de nuestras vidas. Nuestros logros están basados en miles de horas de sacrificio de nuestros padres, en su trabajo y su vigilia; en profesores que ganando un mínimo nos abrieron las puertas del conocimiento y el pensamiento; en empleadas que se hicieron parte de la familia por su lealtad incondicional, sin la misma retribución de las familias a quienes sirvieron; de amigos que con su ejemplo y sus consejos contribuyeron a hacernos fuertes, a no dejarnos rendir, a sustituir la timidez por el arrojo, a levantar la cabeza cuando en el cielo había nubarrones; a los jefes quienes creyeron en nosotros para darnos una y otra oportunidad, jugándose ellos su cargo al confiar en inexpertos; a los socios que nos invitaron a participar en sus negocios cuando teníamos poco que poner en dinero, pero mucho en actitud y confianza.

Así la lista de a quienes agradecer es infinita. Hoy ellos no esperan dinero, ni grandes reconocimientos; solo la paciencia de escucharlos de vez en cuando; de sentirse llamados y no olvidados; de recordar que la gratitud no es una cualidad en extinción, sino la sucesión vigente de pequeños actos de retribución a quienes con tanta bondad apostaron por nosotros. Es lo mínimo...

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