A escoger: reconocimiento o indolencia
Y así, por todo el país, gracias a las caravanas turísticas, acompañados por la Fuerza Pública, fue posible redescubrir a nuestra Colombia.
Desde siempre tengo un gran recuerdo de nuestras Fuerzas Armadas. Con sus defectos y errores, son muchísimos más los momentos de gratitud por su presencia en las difíciles etapas de nuestros barrios y ciudades. Casi siempre altivos y heroicos, otras rodeados, secuestrados, lacerados, pero siempre con la dignidad y la templanza en la defensa de las instituciones y de los colombianos.
Cuando he visto los videos de los horrores padecidos por sus labores de inteligencia o recuperando un predio invadido cuyo propietario ni siquiera conocen, íntimamente me he preguntado: “Qué costo tan alto el que asumen estos héroes, ¿conocerán la gratitud?”. Tengo todavía el recuerdo cuando todos nuestros proyectos turísticos quedaron a la deriva por cuenta de las terribles ‘pescas’. La guerrilla bloqueaba las carreteras para secuestrar, robar y matar.
Jamás podré olvidar el éxito que traíamos con el avistamiento de ballenas, generando empleo e ingresos para los habitantes del Pacífico. Cuando empezaron los secuestros en la carretera, el flujo turístico cayó en picada. Solo nuestro Ejército, junto con la Infantería de Marina hicieron posible que esa emocionante actividad pudiera regresar. Y así, por todo el país, gracias a las caravanas turísticas, acompañados por la Fuerza Pública, fue posible redescubrir a nuestra Colombia.
El costo que ellos asumieron fue gigantesco, en número de vidas, huérfanos, mutilaciones por las minas cobardes en los caminos. Pero volvimos a salir en familia, a juntarnos en un carro, para conocer tan variados parajes de nuestra geografía.
A las orillas de las carreteras, allí estaban ellos, nuestros soldados, quienes bajo soles inclementes o chubascos eternos, nos cuidaban. Se hizo común que levantáramos el pulgar para saludarlos y ellos correspondían. Confieso que siempre sentí que nuestro dedo en alto era insignificante, casi vergonzante, cercano a la ingratitud, en comparación con tanto sacrificio para devolvernos la movilidad.
Hoy cuando veo que a nuestros soldados los quieren humillar como lo sucedido en la toma a la petrolera; cuando percibimos que sus altos mandos no saben si reaccionar con el carácter que requiera la defensa de la Constitución pues tienen que tener en cuenta la opinión de un Ministro de Defensa resentido e incómodo con sus subordinados y con un Presidente que quiere congraciarse con tanto malandro; cuando veo cómo castran la cúpula militar y de Policía, como se hizo en Venezuela y se cortan así valiosas carreras castrenses; cuando me doy cuenta que se pretende pordebajear a quienes han sido nuestra defensa, concluyo que llegó la hora de sacar a demostrar la gratitud guardada por años.
De bofetada en bofetada, se pretende noquear a nuestra Fuerza Pública. Tras ese derrumbe, como sucedió en Caracas vendrá el poder de una oficialidad corrupta para sostener un régimen que nos lleve a la miseria colectiva y al poder de las burocracias enriquecidas con el narcotráfico y la corrupción. Acompañar a nuestras Fuerza Armadas en la recuperación de su dignidad, no es solo por reconocimiento y gratitud, también es la reacción frente a la indolencia suicida.
Así, como me conmueve la defensa de nuestras Fuerzas Armadas, también me sucede con el empresariado de todos los tamaños y con nuestro pueblo en general, frente a los riesgos que se avizoran. Pero ese será tema de otra columna.