Carta al Niño Dios

Niño Dios: tenemos que hablar seriamente. Aprendí en 2020 a no volverte a pedir tonterías y mucho menos a permitirte que tu iniciativa fluya.

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18 de dic de 2020, 11:45 p. m.

Actualizado el 24 de may de 2023, 12:46 a. m.

Querido Niño Dios:

Nunca pensé escribirte una carta tan distinta a las que te envío desde mi ya lejana infancia. Recuerdo cuando pasamos de los juguetes a los libros, de allí a la ropa, luego a detalles tecnológicos y en estos últimos tiempos, ya la carta eran sacos para el frío o pedidos de licores de señores, en fin, he soñado cada año con tu carta, ¡hasta que llegó la pandemia!

Niño Dios: tenemos que hablar seriamente. Aprendí en 2020 a no volverte a pedir tonterías y mucho menos a permitirte que tu iniciativa fluya. Va la madre si me traes corbatas, así sean Hermés. Los zapatos elegantes de cuero dejémoslos para el 2022 a ver si esto se mejora. Mis zapatos de la pandemia fueron muy pocos pares, usé muchos tenis y las chanclas, ya lo sabes, se hicieron inseparables. Recuerdo cuando en años anteriores me traías lo que más se estuviera usando.

Te prohíbo que sigas pensando así. No me vas a llenar ahora de tapabocas, ni de Ivermectina, ni frascos de gel o de alcohol. Si me vas a dar de esto último, mi cepa sería Malbec. Pero la verdad Niño Dios, te confieso, no hay nada material que hoy anhele. Quiero salud para toda la gente que amo o aprecio y que gracias a ti, es mucha. A ellos y a quienes encuentres en el camino, dales esperanza y serenidad. Que la ansiedad por hitos positivos que no llegan, no se convierta en depresión. Que tengamos la vocación de concertar y la paciencia para administrar la adversidad y los tropiezos del camino. Que toda la bondad que derramas, sea alimento espiritual para fortalecernos y fuente para ser generosos con quienes requieren una sonrisa, un consejo, una felicitación, un detalle material. Que seamos críticos solo cuando los valores se quebranten y en cambio, positivos en la cotidianidad y fuertes para sacar adelante los proyectos encomendados.

Dales grandeza de espíritu a nuestros dirigentes y gobernantes para que luchen por el bien común y siembren fe por una gestión pública honrada y solidaria. Que el egoísmo y el afán de enriquecerse rápidamente, no hagan parte de su agenda, requerida de visión, eficiencia en el gasto público para atender esta multiplicación de necesidades básicas insatisfechas.

2020 nos enseñó mucho, a valorar lo simple y lo cercano, a querer más a los mayores; a admirar los profesionales de la salud y a tantos héroes anónimos sin cuyo trabajo, la vida normal no lo sería; a apreciar a quienes trabajan a nuestro lado descubriendo en ellos su lealtad y compromiso. Niño Dios, no me traigas nada material, solo distribuye fortaleza, paciencia y bondad. Las necesitamos.

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