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Yo quiero ser indígena

Se ha puesto en boga entre la burguesía criolla ponerse a escarbar entre sus ancestros a ver si encuentran a un antepasado con sangre sefardí.

28 de marzo de 2019 Por: Diego Martínez Lloreda

Se ha puesto en boga entre la burguesía criolla ponerse a escarbar entre sus ancestros a ver si encuentran a un antepasado con sangre sefardí.

La razón de este interés es que el gobierno español abrió una especie de amnistía para los descendientes de sefarditas (judíos españoles) que fueron expulsados de ese país en 1492. Y a quien demuestre provenir de uno de esos sefarditas, le conceden la nacionalidad española.

Pues yo también me he puesto a revisar mi árbol genealógico. Pero no porque quiera encontrar un tatarabuelo sefardí, sino porque quiero hallar mis antepasados indígenas, para reinvindicar mis derechos como miembro de esa privilegiada comunidad.

Estoy seguro de que me va mucho mejor si me reconocen como indígena que si me dan la nacionalidad española.

Ya tengo todo más planeado que una minga. Una vez logre encontrar entre mis ancestros a un Olcué o a un Tombé, pienso trasladarme a un resguardo a exigir que me den el pedazo de tierra ‘ancestral’ que me corresponde.

Ya instalado en mi rancho, me consigo una ñapanga que me cocine, me lave la ropa, me bañe y haga una huerta para cultivar vegetales de pancomer.

Acto seguido, me voy para donde un hacendado cercano y le exijo, en reivindicación de mis derechos ancestrales, que me ‘devuelva’ un par de vaquitas y unas cuantas gallinas para garantizar leche fresca y huevitos campesinos. Y me siento a meditar sobre la madre tierra y sobre el hermano sol.

Y cuando las vacas dejen de producir leche y las gallinas dejen de poner huevos, me voy para la carretera panamericana y atravieso unas piedras y me siento a reclamar que el Gobierno me dé más tierra y más plata.

Esa estrategia nos ha resultado sumamente útil a nosotros los indígenas. Al punto de que siendo sólo el 3,5% de la población, controlamos el 27,6% de la tierra, mientras las negritudes, que son el 10,6% de la población colombiana sólo tienen el 4,5% de la tierra. Por eso quiero ser Ulcué y no Carabalí.

Como miembro de esta etnia ancestral exigiré que me entreguen una parte de los $800.000 millones que, según el contralor Carlos Felipe Córdoba, les han girado a los indígenas del Cauca en los últimos cuatro años.

Aunque la preocupación expresada por el Contralor sobre la destinación que se le han dado a esos recursos me he puesto a reflexionar. “No estamos viendo resultados representados en mejores planes de salud y educación, ni en el componente nutricional de los niños indígenas”, aseguró el Contralor.

Con lo cual concluyo que no quiero ser índigena. Lo que realmente anhelo es ser líder indígena. Esos son los que le sacan jugo a la estupidez, diré generosidad, del Estado colombiano.

De las palabras del Contralor se deduce que el platal que el gobierno les gira a esas comunidades no llega al grueso de los indígenas y se está quedando en manos de unos pocos que tienen acceso a esos recursos. Mejor dicho, los indígenas que no están en la rosca, como denuncia el Contralor, viven en condición infrahumana.

Que quede claro: lo que quiero ser es líder indígena. Hasta ya conseguí mi anaco y mi bastón de mando. Porque además del billete que manejan, nos eligen senadores por la vía rápida de la circunscripción indígena.
Nosotros, los líderes indígenas, somos lo que buena parte de los colombianos sueñan: seres con todos los derechos del mundo y sin ningún deber.

Sigue en Twitter @dimartillo

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