Columnistas
Desplatados
¿Qué pasó con los ahorros? Cada vez son menos y ya se está haciendo uso de ellos para pagar las cuentas atrasadas de la luz y el agua.
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14 de jun de 2024, 02:38 a. m.
Actualizado el 14 de jun de 2024, 02:38 a. m.
De un tiempo para acá, he comenzado a advertir que algunos amigos -menos mal no todos- andan desplatados. Ya no invitan como antes en que destapaban y destapaban exóticos licores. Ya las viandas que ofrecían se han ido mermando. Ya las reuniones se están acabando rápido y ni los consomés levantamuertos volvieron a despedir, como viejos anfitriones.
Son pocos los que ahora se esfuerzan por pagar las cuentas de los restaurantes y, por el contrario, hasta insinúan que se dividan las mismas y se pelean por quedarse con las facturas para que les rebajen no sé qué cosas y hasta guardan los recibos de los peajes para meterlos como gastos.
Hace mucho tiempo que ellos no estrenan: los mismos zapaticos Ferragamo de toda la vida, los mismos ‘bleisercitos’ de un azul ya desteñido, las mismas correas llenas de huecos por las enflaquecidas, el mismo carrito viejo que ya se parece a sus dueños o viceversa.
Y ellas ni hablar: zapatos tenis embetunados de blanco, las carteras deterioradas por el paso del tiempo y los vestiditos que llevan varios matrimonios, bautizos y hasta primeras comuniones acusan que los vestier del pasado hace mucho que no se renuevan.
La compra de muebles y decoraciones, obras de arte, vajillas y cubierterías son las mismas de hace 15 años o más. Televisores culones y betamaxes del año de upa contrastan con desuetos equipos de sonido, neveras sin ice maker y aires acondicionados de ventana, completan el cuadro recesionista que golpea los bolsillos.
Ya los viajes no son a todo full. Adiós a las primeras clases en los aviones cuando no se opta por los paseos en el viejo carro que no se ha podido cambiar y se recalienta en cada subida. No más suites. Ahora es en habitaciones triples en las que duermen todas con todos y se persiguen los planes todo incluido cuando no los desayunos brunch para ahorrarse los almuerzos y las propinas.
Y es que el desplatamiento ha significado un frenazo ni el tenaz. ¿Qué pasó con los ahorros? Cada vez son menos y ya se está haciendo uso de ellos para pagar las cuentas atrasadas de la luz y el agua. Se han bajado los consumos de celular y la renovación de la televisión por cable se piensa dos veces para economizarse esos pocos pesos.
Y no es que se estén reduciendo los sueldos y salarios, sino que la plata ya ni alcanza para comprar lomo viche ni crustáceos y moluscos: carne desmechada, bagre y a lo sumo tilapia. Todo está por las cumbres hasta la papa rellena y el arroz chino se volvieron de alto turmeque.
Por su parte, y para no subir los precios de algunos de sus productos, los fabricantes han achiquitado el tamaño de los jabones, los champús, las pastas dentales y hasta los alkaseltzer son ahora más pequeños. ¿Y qué me dicen de ciertos restaurantes que están sirviendo medias porciones por el precio de una?
Antes un seviche de camarones traía bastantes camarones, poquita lechuga, algo de aguacate y medio tomate chonto.
Ahora el tal seviche lo sirven con una cantidad de lechugas, tomates, cebollas, aguacates, maíz y por allá escondidos unos liliputienses camaroncitos. Igual sucede con los bistecs, en que la carne a duras penas se ve, salvo honrosas excepciones, hay que subrayarlo.
En fin, estamos desplatados y esto es tan solo el comienzo de una dolorosa época que está asfixiando a los consumidores. ¿Hasta cuándo?

Administrador de Empresas, Abogado y periodista por vocación. Director y fundador de MF Publicidad Mercadeo Limitada, al igual que de los programas Mario Fernando Piano y Oye Cali. Galardonado en dos oportunidades con el premio Simón Bolívar de periodismo. Escribe para El País hace más de 40 años.
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