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El lóbulo frontal del adolescente

Los grandes desafíos para los educadores ocurren durante la adolescencia, una época de contrastes difíciles de entender.

27 de junio de 2018 Por: Carlos E. Climent

Los adultos en general suelen concluir que los adolescentes son complicados de manejar porque están en un periodo indescifrable entre el niño y el adulto en el cual los abruman abundantes y desordenadas hormonas, lo que hace que las normas nunca se ajusten a lo que ellos desean.

Los padres atribulados cuando consultan hablan de lo desconcertante que resulta el joven que en un mismo día y sin que medie razón alguna, muestra cambios en su estado de ánimo que van de momentos de gran euforia y energía, a profundas tristezas. O períodos de tranquilidad alternados con momentos de irritabilidad. En especial cuando pasan de conductas muy estables a comportamientos impulsivos o provocadores que los llevan a cometer garrafales errores de juicio, muchas veces con infortunadas consecuencias.

De entre las múltiples variables que intervienen para producir un comportamiento determinado, los padres deben tener en cuenta que las dificultades que experimentan sus hijos en los años de crianza obedecen principalmente al hecho de que tienen un cerebro que no ha terminado de madurar.

Para comprender el papel que juega el cerebro en los comportamientos adolescentes se recomienda leer el libro ‘El cerebro adolescente’ (The teenage brain, Harper, 2015), de la neuróloga Frances E. Jensen.

Esta autora realiza una completa revisión desde la perspectiva neurológica de las razones de estas dificultades y en especial de las razones por las cuales son tan difíciles de comprender para los adultos. Al tiempo que revisa aspectos tan importantes como el aprendizaje, la toma de riesgos, el estrés, el uso del tabaco, el abuso de las drogas y ofrece recomendaciones para comprender y manejar tales circunstancias.

La conclusión más importante es que el cerebro de un adolescente no es un cerebro adulto en pequeño, sino un cerebro distinto al de los adultos.
Al estar en plena actividad de crecimiento hay una mayor flexibilidad
y plasticidad que le permite una gran capacidad de aprendizaje y creatividad, pero al mismo tiempo lo hace muy susceptible a las influencias negativas.

Su lóbulo frontal encargado de la función del juicio, que permite pensar antes de actuar, juzgar las situaciones y tomar decisiones adecuadas, es la última parte del cerebro que se desarrolla. (Se calcula que para la etapa de la adolescencia ¡le falta un 20 % de maduración!)

Por todo lo anterior, los padres deben convertirse en el lóbulo frontal de sus hijos en ese crítico período, no solo poniendo límites sino a través del ejemplo. Pues a pesar de las apariencias adultas de muchos de ellos (su tamaño físico, su tenacidad para obtener lo que desean y su energía para imponer sus puntos), siguen siendo adolescentes.

El que su cerebro no haya terminado de madurar tiene mucha relación con las graves fallas en el juicio asociadas a las malas decisiones, la toma de riesgos, la escogencia de compañías indeseables, la impulsividad y la facilidad con la cual quedan enganchados en el alcohol, la marihuana y otras drogas.

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