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Tubos de escape

No nos podemos conocer si no contamos quiénes somos, nuestras vergüenzas, anhelos y logros. Somos invisibles si no nos dejamos conocer.

26 de abril de 2021 Por: Aura Lucía Mera

No entiendo cómo muchos logran vivir emocionalmente planos en medio de esta pandemia caótica, este no-gobierno, esta corrupción rampante, esta violencia resucitada a propósito. Repito. No sé cómo pueden seguir por la vida sin tener un tubo de escape, una chimenea propia por la que salgan la rabia, las frustraciones, los deseos de patear todo, de que este cuatrienio se acabe, de borrar esta pesadilla negra y sin fondo. A lo mejor son vivos que ya tienen muerta el alma, fundamentalistas ciegos o seres anormalmente normales. En todo caso, no pertenezco a ese grupo.

Es en la olla cerebral donde se revuelven a fuego lento o a borbotones, las emociones, las creencias, los deseos, las nostalgias y las emociones. Todos tenemos nuestra propia pitadora dentro, con sus condimentos particulares y especias, y creo que cada ser, por más insípida, ‘normal’ o anodina que crea haya sido su vida tiene una historia que contar, un lienzo para pintar, un grito para soltar, una piedra para esculpir o tirar.

Adultos, jóvenes, ancianos, niños. Todos deberíamos soltarnos y compartir lo que bulle y burbujea en nuestro interior. Escribir, pintar, garrapatear, empastelar, debatir, protestar, rebelarse. Esas son nuestras chimeneas interiores, nuestros tubos de escape. De lo contrario estamos destinados a morir asfixiados por las represiones, los silencios, los amores no confesados, los secretos enfermizos, las rabias y las ilusiones.

No nos podemos conocer si no contamos quiénes somos, nuestras vergüenzas, anhelos y logros. Somos invisibles si no nos dejamos conocer. Tantos seres queridos que yacen bajo tierra y nunca supimos realmente quiénes eran. Perdamos el temor al rechazo, compartamos lo que sentimos, aprendamos a decir No sin sentirnos culpables. No vale la pena vivir y morir inéditos, con la mente en blanco. Dejemos alguna huella aunque este embarrada. No hay inmunidad de rebaño mental si no nos dejamos. ¡Cada uno de nosotros tiene su propia voz! No somos un rebaño. No somos corderos pascuales que van calladitos al matadero.
No somos ‘masa’.

Somos individuos únicos, irrepetibles. Y nadie pertenece al coro si no le da la gana, todo el que quiera está en su derecho a desafinar.

Somos tan enfermos como nuestros secretos, como nuestra ‘mansedumbre silenciosa’. Parecemos cajas fuertes blindadas por dentro y maquilladas por fuera. Estamos creyendo que amputando las emociones y comiendo mierda callados, seguiremos adelante.

Este país está como está porque no nos conocemos. Simplemente nos rotulamos, ‘negro’, ‘blanco’, ‘rico’, ‘pobre’, ‘comunista’, ‘animalista’, ‘populista’, ‘puta’, ‘gay’, ‘decente’. Y no es así, dentro de cada uno existe un universo complejo y misterioso. Descubramos quiénes somos, descubramos quién es ‘el otro’. Mirémonos de frente y compartamos, así tejeremos la paz y la convivencia. Por eso es tan importante darle esa voz propia a los que jamás la han tenido y dejar de juzgar y señalar.

***

Posdata. Aquí no cambia nada. Encuentro un artículo mío del 2006: “No a la Reforma Tributaria. Este proyecto del gobierno es aberrante. No favorece a nadie, ahoga a una clase media valiente y verraca que sobrevive y educa a sus hijos y se mantiene digna a punta de sacrificios y esfuerzos sobrehumanos, son aquellos que no tienen derecho a la protesta ni al pataleo. Atropello indigno”. ¡Sin comentarios!

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