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¡No matarás!

Matar al otro es el pan nuestro de cada día. Robar ídem. Dar falsos testimonios también. La violencia intrafamiliar entre padres e hijos y al revés se convirtió en hábito diario.

21 de enero de 2019 Por: Aura Lucía Mera

No sé en qué momento se esfumó en Colombia este principio fundamental, que para los católicos y muchas religiones es uno de los diez mandamientos de la ley de Dios y para otros es la ley natural. Así de simple, y así de complicada. No hurtarás, no codiciarás los bienes ajenos, honrarás a padre y madre, no darás falsos testimonios, etc.

Diez puntos claves para respetar a los demás, respetarnos a nosotros mismos, llevar una vida digna y en paz, amansar y controlar la bestia que también habita en cada uno de nosotros.

Actualmente matar al otro es el pan nuestro de cada día. Robar ídem. Dar falsos testimonios también. La violencia intrafamiliar entre padres e hijos y al revés se convirtió en hábito diario. Impera el odio, los instintos más bajos son los que nos impulsan a actuar. Estafar al Estado y al ‘ingenuo’ se ve como astucia y viveza. Los mensajes de las redes sociales espeluznan porque rezuman odio, deseos de venganza, juicios a priori, condenan, desean la muerte de los contradictores.

Es triste saber que los colombianos, miles, marcharon con el alma acongojada de tristeza por el demencial asesinato a sangre fría de jóvenes que iniciaban su vida y fueron condenados a muerte simplemente por estudiar en una academia de cadetes.

Ver la marcha del repudio, pero no todos juntos, si no en grupúsculos aislados, porque unos afirman ‘ser más buenos que los otros’. Hasta el punto que a un joven que vestía una camiseta en contra de Uribe lo amenazaron con “pelarlo”.

Es injustificable que todavía se hable de la paz de Belisario, la paz de Santos, la paz de Duque, la paz de Petro... La paz es un derecho fundamental. La vida es sagrada. Ningún movimiento de izquierda o derecha, ninguna ideología tiene el derecho a asesinar a mansalva a nadie.

Una cosa es el combate en una guerra declarada, aunque ninguna guerra la gana nadie y todas son un desangre inútil y bárbaro, pero es injustificable, inaceptable, lo sucedido con estos jóvenes. Toda Colombia debe darse la mano y trabajar por la paz. La paz no tiene ideología.

El Eln perdió su rumbo hace tiempo. Recuerdo en los 60 que todos fuimos revolucionarios. Tratábamos de cambiar el mundo y ayudar a formar una sociedad más equitativa. La Iglesia envió a los curas y monjas a dejar oropeles y a untarse de ‘pobres’ alejándose del fausto, la glotonería y la sociedad pudiente. El Eln tuvo sacerdotes. Y en muchos países también los revolucionarios contaban con la bendición eclesiástica (recordar a Pablo VI y Juan XXIII con sus encíclicas).

El Cristianismo fue totalmente revolucionario en su época y a Jesucristo lo clavaron en una cruz los poderosos. Pero una cosa es luchar por una igualdad social, igualdad de oportunidades, equidad, y otra muy diferente es asesinar por asesinar. Porque estudian ‘con el enemigo’. Sus declaraciones son perversas, inaceptables. Acaban de cometer un delito de lesa humanidad. Punto.

Sé que están divididos. Que sus células están infiltradas en empresas, restaurantes, universidades, iglesias. Se han convertido en sectas fundamentalistas sedientas de sangre y soberbia.

Si les molesta lo que pienso, saben muy bien dónde estoy y quien soy. No puedo pensar diferente. Ojalá tengan un asomo de cordura y recapaciten. El cambio social no se logra asesinando inocentes. Ni secuestrando. Ni matando campesinos. Eso lo saben muy bien.

Presidente Duque, no voté por usted. No soy uribista. No soy petrista. Soy una ciudadana común y corriente que tiene acceso a un medio de comunicación. Colombia necesita unirse toda y no arrastrar con lastres rencorosos y polarizados. Colombia le exige autoridad y libertad absoluta en sus decisiones. De usted depende. Es el timonel. No el suplente. Todos lo respaldamos, si usted sabe tenderle a todos su mano y su mando.

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