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Nadie sabía

Ese joven se atrevió a proclamarse Mesías, o sea ‘Enviado de Dios’. Afrenta total.

18 de abril de 2022 Por: Aura Lucía Mera

Leo y releo el bellísimo y crudo artículo del sacerdote Ray Schambach en este diario el sábado pasado, titulado El Dolor de la Cruz, uno de los más sentidos y tristes relatos sobre la muerte de Jesús.

Duro, descarnado, fuerte y sin atenuantes. Como fue. Como debió haber sido. Sin embargo, casi una poesía en prosa. Escrito, estoy segura, sintiendo esos mismos dolores en el alma, visualizando toda la saña, el odio, las vejaciones, la tortura inmisericorde y la agonía atroz.

Un hombre joven, de treinta y tres años de edad, incómodo en sus prédicas y actitudes cuestionadoras; rodeado de una panda de amigos, pescadores de pueblo, sin rango social o cultural; y amigas del común, algunas cuestionadas.

Fustigó comerciantes, criticó sacerdotes y sabios, condenó riquezas y avaricias, osó entrar un domingo montado en un burro y aclamado por el ‘populacho’: los leprosos, los hambrientos, los desempleados, los de pata al suelo que batían a su paso ramos de palmas como homenaje. Ese joven se atrevió a proclamarse Mesías, o sea ‘Enviado de Dios’. Afrenta total. Escándalo.

El hijo de un viejo carpintero y de una joven pueblerina pretendía tomarse el poder. Romanos y judíos de alta alcurnia no podían tolerarlo, tenían que tramar su captura y condenarlo a la muerte más humillante, indigna y dolorosa.

- “Se trataba de una forma de muerte que pudiera ser lenta e impresionante para quienes la contemplaban”. “Maldito es de Dios el que cuelga de un madero”.

- “Jesús estaba dispuesto a sufrir una muerte horrible. Agotamiento físico del que no había comido ni dormido, del que había experimentado la brutalidad de una flagelación sin medida. El esfuerzo de cargar una cruz pesada, las heridas de los clavos, el ahogo del cuerpo en tensión, la horrible sed, la pérdida de sangre en un goteo incesante”.

- “Jesús vio su soledad multiplicada por el espanto de quien muere joven y en una cruz, odiado y despreciado. Consciente de sus dolores. Levanta por última vez la mirada. Más ya no tiene fuerzas. Su cabeza desciende una gota de sangre rueda por su mejilla y cae al suelo. ¡Jesús ha muerto!”.

- “Muchos no entendían nada de lo que allí estaba pasando. ¿Cómo hubieran podido sospechar, entender, imaginarse que allí bajo el sol, entre aquella sangre se estaba jugando la obra más importante de la historia, la que cambiaría el giro del universo, y la que le devolvería a la humanidad su verdadero sentido?”.

Tomo estos apartes, invito a Ray Schambach a sacarle muchos miles de copias, para que lleguen a hogares, escuelas, colegios, comunidades.
El texto completo, lleno de dolor y amor, alejado de arandelas. Texto inmenso en su sencillez, como son las cosas realmente importantes, las que dejan huella y perduran.

Pienso en Colombia y esos millones de campesinos olvidados, que sufrieron y siguen sufriendo torturas, vejaciones o asesinados a quema ropa, sus cuerpos hinchados en los ríos me recuerdan ese dolor del Cristo, que vino a enseñarnos amor, perdón, humildad, y que no practicamos, sino que seguimos profanando, llenos de rabia, rencor, ambición y egoísmo. Ajenos al dolor de los ‘sin nombre’.

¿No tendremos redención?

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