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¡Mañana miércoles!

Difícil desconectarse de tres temas que tratan de acorralarme y cuasi asfixiarme la mente. Por momentos lo logro, pero revolotean como pájaros negros apenas me descuido.

18 de enero de 2021 Por: Aura Lucía Mera

Difícil desconectarse de tres temas que tratan de acorralarme y cuasi asfixiarme la mente. Por momentos lo logro, pero revolotean como pájaros negros apenas me descuido y dale que dale tratan de meterse y quedarse pegados como chicle en alpargate nuevo.

Uno. La maldita pandemia que jamás hubiera alcanzado esta fuerza descontrolada de tsunami, si hubiéramos tenido un ápice de responsabilidad. Llevamos un año entero escuchando: “Lávese las manos, no se toque la cara, no se frote los ojos, póngase el tapabocas, guarde las distancias, no deje que le hablen muy cerca, no entre a los centros comerciales si no es absolutamente necesario, no vaya a las plazas de mercado, o asista a reuniones grandes, no haga visitas ni se reúna en lugares cerrados, no abra la ventana del carro para darle monedas a nadie, mantenga varios tapabocas limpios y disponibles, no salga de su casa , no haga carajadas, no joda, no se crea inmune, etc.”.

Absolutamente todo lo contrario: “La gente sale a la calle a ver quien ha salido”. Hasta conseguir abarrotar no solo todas las UCI disponibles sino los pabellones de Urgencias de clínicas y hospitales. Me contaba una amiga que tuvo que pasar dos noches en una de ellas, y sintió que descendía al infierno de Dante, corredores llenos de camillas, hombres, mujeres, tosiendo, pidiendo oxígeno, llorando, ahogándose, febriles. Una cosa, me dijo, es leer las noticias y otra vivirlo en carne propia. Lamentos, aparatos, enfermeros, auxiliares y médicos que no dan abasto, esa angustia en los rostros, esos ojos desorbitados por el pánico, ese olor espeso a sufrimiento y muerte, esa impotencia infernal.

Y las UCI me las imagino silenciosas, llenas de pacientes anestesiados, boca abajo, intubados, inconscientes. Semimuertos. Y otros ya envueltos en fundas de plástico con destino al crematorio para poder desinfectar el cuarto y recibir otro y otro.

Esto se salió de madre. Diciembre, los hinchas en las calles, las discotecas, ¿la irresponsabilidad de quién es? De cada uno de nosotros que nos aventamos como bestias desbocadas al pelotón, ¡desafiantes y torpes!

Dos. Creo que WhatsApp, Twitter, Instagram y todas esas tecnologías se inventaron de buena fe. Nos regalaron la oportunidad de comunicarnos más fácilmente, poder expresar ideas, relacionarnos, y estar en contacto con los amigos lejanos. Pero nosotros nos encargamos de bastardearlo todo, y poco a poco las convertimos en cloacas nauseabundas y podridas de odio, resentimientos, insultos, calumnias, noticias falsas. Igual que los periódicos cuando permitieron opinar a los lectores sobre las columnas de opinión. Quién dijo miedo. Fue como abrirle la compuerta a una represa de mierda contenida. Jamás un debate serio, una crítica interesante, un aporte. Insultos, mentadas de madre, amenazas, cochinadas, vulgaridades despertaron lo peor de cada ser humano lo más tenebroso y oscuro, lo que nunca se dice en la cara pero se envía y se reenvía. Veneno digital. Por mí que las controlen si es que pueden y no nos rasguemos vestiduras, no se trata de libertad de expresión. Se trata de intentar encausar este desbordamiento de lava y lodo que nos ahogó.

Tres. Hasta que explotó la toma del Capitolio, la última gota después de cuatro años de mensajes esquizofrénicos y erráticos del loco del Twitter, de esa potencia mundial. Hasta tener que ver a ese país acorralado por el miedo, y la incertidumbre en vísperas de soltar al innombrable al vacío. Washington tiembla, tiembla el futuro mandatario y su gabinete, tiembla el mundo entero. Mañana miércoles es el ‘Día D’ en carne propia, en su Sancta Sanctorum. Jamás lo imaginaron. Alcahuetearon cuatro años a un demente tuiteando sin control. Y también voló lo que sabemos en el ventilador.

PD. Qué maravilla regresar a las épocas del Pensamiento, de los debates serios, de las ideas. Todo se prostituyó. ¿Tampoco esta pandemia digital, la podremos detener? Depende de cada uno de nosotros. ¡A reflexionar!

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