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El candidato elegido tiene la obligación de responderle a Colombia para lograr cambiar el panorama, en unión y sin rencores ni gallos tapados. Dios reparta suerte.
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13 de jun de 2022, 11:40 p. m.
Actualizado el 17 de may de 2023, 12:45 p. m.
Esta es la última columna antes de que todo esté consumado. Así como el sacerdote extiende las manos y se despide de la misa dándonos a todos una bendición de arriba abajo, con los brazos extendidos como si quisiera protegernos de todas las cosas que nos hagan daño.
A título personal, me comprometo a acatar los resultados electorales sean los que sean. A no seguir polarizando ni criticando a los que votaron por el candidato que no escogí. A no perder ninguna amistad, que es el mayor tesoro que nos regala la vida, por haber votado por el candidato opuesto al mío. A no criticar desde el otro día de los resultados al candidato elegido.
A desearle la mejor de las suertes al que llevara las riendas de Macondo durante el próximo cuatrienio. A pedirle a mi Poder Superior que se termine tanto odio, tantos insultos, tantas cochinadas, tanto fariseísmo, tanta porquería ventilada de parte y parte durante la campaña. A pensar en Colombia y apoyar todos los proyectos que sean encaminados hacia la paz, la educación, la cultura, el respeto y la honradez.
Soy hermana de patria de todos los colombianos. Los siento hermanos así nunca los conozca. Nariñenses, caucanos, barranquilleros, santandereanos, chocoanos, vallenatos, guajiros. Todos hermanos de la misma tierra, de los ríos que nos bañan, de los mares que nos abren horizontes, de los bosques, de los valles, de los nevados imponentes, de los cafetales cauchos, de los arrayanes y las acacias, de las ceibas y samanes.
Antes de morirme quiero ver este país en paz y reconciliado, sin más desaparecidos ni desplazados, sin más sangre ni dolor. Un país unido, consciente de todas las maravillas naturales y los recursos que tenemos. Un país tropical que vive en eterna primavera, prodigo en frutos, alimentos, tierra privilegiada, sin pisotearla más, sin irrespetarla más, sin arrasarla más.
Todos cabemos. Todos, los que pensamos diferente, los que pensamos de la misma forma. Porque querámoslo o no, pertenecemos a una misma familia y todos tenemos derechos y deberes.
El amor y el perdón son los únicos que nos pueden sacar adelante. No más racismo, no más discriminaciones por estratos económicos. No más corrupción. Pongamos todos nuestro grano de arena para poder lograr el cambio que necesitamos.
El candidato elegido tiene la obligación de responderle a Colombia para lograr cambiar el panorama, en unión y sin rencores ni gallos tapados. Dios reparta suerte.
Espero que todos los medios de comunicación, que tanto daño han hecho, lo mismo las redes sociales, azuzando, inventando, envenenando el ambiente; tengan un cambio hacia la cordura y la objetividad. No pueden lavarse las manos como pilatos, ante un país que está en el filo de la navaja y con los nervios crispados y la rabia a flor de piel.
Candidatos Petro Urrego y Rodolfo Hernández. Tienen una responsabilidad muy grande, Colombia no resiste una gota más de sangre ni más mentiras. Que su Poder Superior los bendiga y los guíe. Cuarenta millones de hermanos esperamos vivir en paz, y caminar hacia adelante. Uno de ustedes será el timonel.

Periodista. Directora de Colcultura y autora de dos libros. Escribe para El País desde 1964 no sólo como columnista, también es colaboradora esporádica con reportajes, crónicas.
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