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El llanero solitario

‘¡Bravo, Molano!’ Así título El Espectador, en primera página, la noticia del...

8 de noviembre de 2016 Por: Aura Lucía Mera

‘¡Bravo, Molano!’ Así título El Espectador, en primera página, la noticia del ganador del Premio Simón Bolívar a la Vida y Obra de un periodista, Alfredo Molano Bravo.Quiero transcribir en esta columna algunos apartes de su discurso, una lección de prosa, escrita desde el fondo del alma. Un testimonio de su cabalgar solitario por las entrañas de Colombia, escuchando las historias de aquellos que jamás han tenido voz, pero que han escrito con su sangre nuestra historia. Esas voces que jamás han sido tenidas en cuenta en los informes oficiales de ningún gobierno, esas voces anónimas de hombres y mujeres que casi nadie quiere escuchar porque escucharlas duele y arrancan máscaras, y no concuerdan con las del ‘establecimiento’. Esas voces que obligan a despertar la conciencia y nos hacen sentir incómodos. Esas voces espontáneas, testimonios de gestas heroicas, lecciones de supervivencia. Esas voces que nos cuentan el nudo trágico de nuestro país, ese que no queremos escuchar ni ver.Alfredo Molano. Fiel a sí mismo. Quijote solitario sin siquiera un Sancho. Sociólogo que puso patas arriba las exigencias de la academia al no someterse a los estándares requeridos del lenguaje rígido y acartonado impuesto y prefirió seguir en solitario su camino, escuchando por trochas y veredas, páramos y llanuras, piedemontes y selvas, los relatos de rebeldes, sobrevivientes, víctimas, desplazados, aventureros y prófugos perseguidos por el destino. Hace apenas dos años la Universidad Nacional le concedió el doctorado Honoris Causa reconociéndole su revolución sociológica. La semana pasada al fin el Premio Simón Bolívar a su vida y su obra.Personalmente, he conocido la geografía colombiana y la historia a través de sus libros. Los he leído todos con avidez, muchas veces sintiendo vergüenza por haber vivido tantos años en una burbuja de cristal y al mismo tiempo feliz de despertarme de un letargo, y mirar con nuevos ojos nuestra realidad.-“No buscaba contar, sino contarme. Quería conservar el eco de una madrugada oyendo los micos churucos -que imitan tigres- a orillas del río Guayabero, la peligrosa desconfianza de los guerrilleros y el vértigo alucinado con que los colonos machacaban con sus botas las hojas de coca, para sacar de ellas lo que ninguna promesa del gobierno había hecho realidad”.-“Escribí buscando los adentros de la gente en sus afueras, en sus padecimientos, su valor, sus ilusiones. Borraba más que escribía, hurgaba, rebuscaba el acorde de las sensaciones que vivía la gente con las que yo mismo llevaba cargadas en un morral”.-“Escribir para mí es templar mis más secretas cuerdas y por eso tengo que borrar hasta traspasar la hoja, hasta encontrar el tono de la pasión por la vida y por la belleza que tiene la gente con la que me topo. La gente cuenta cuando se le oye y lo hace con una sinceridad limpia, cuenta lo pasado como si lo estuviera viviendo en presente. Y lo hace con soltura, con humos, con fuerza. Chisporrotea”.-“Mi oficio de escribir se reduce a editar voces que han sido distorsionadas, falsificadas, ignoradas. No puedo escribir ni una línea que, de alguna manera, yo no haya vivido. Escribir para mí, es ir hasta mis confines guiado por la vida del que está al otro lado”.-“No podemos seguir viviendo en la zozobra, en la parálisis, en la oscuridad del miedo. Estamos a punto de dar el paso que el país, su gente de tierra, barro y sudor, merece”.Gracias a este quijote solitario, a lomo de mula, con su libreta de apuntes, su lápiz, sus tenis, esa mirada que va mucho más allá, mezcla extraña de melancolía y ternura, Colombia puede conocer su verdadera historia. Ojalá sus libros se estudiaran en colegios y escuelas. Tendríamos una nueva perspectiva de nuestra realidad, más humana, más digna, más objetiva y cercana. ¿Por qué no?

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