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Ectoplasmas

¿Qué sucederá con esos miles y miles de hombres y mujeres que están siendo reemplazados por un teclado? ¿De qué sirven los títulos académicos, la experiencia, si ya nadie los necesita?

22 de agosto de 2022 Por: Aura Lucía Mera

Estoy confundida, para variar ya no sé si existo realmente o creo que existo. O peor, que los demás seres humanos, de carne y hueso, los que sudan, duermen, respiran y tienen esqueletos tangibles desaparecieron y me quedé sola, como otros solos que tampoco saben en qué realidad están.

Todo está digitalizado. Es prácticamente imposible comunicarse con otro ser humano, todo el que contesta es un ‘call center’, que empieza con una musiquita, sigue con mensajes comerciales, luego pide conocer un número de extensión, y si uno no se lo sabe se queda escuchando el ‘tralala’ hasta que se acaba la pila del celular y no hallamos el maldito enchufe.

Veo con espanto como lo virtual, lo digitalizado para pronunciar la palabra de moda, está acabando con miles de empleos. Lo corroboré en ‘mi banco’ o sea, el que tiene mi cuenta corriente y de ahorros, una tarjeta débito y otra a crédito. Y la sede principal no existe. Ya desapareció la sucursal de Pance, con cajero automático incluido, nadie da razón de nada. Fui a Jardín Plaza donde tuve que esperar hasta que un señor de un cubículo estrecho le dio la gana de atenderme. Estaba ocupado en asuntos personales. Más energía y cara de alegría tenía Tutankamón cuando lo momificaron.

Mi ‘asesora’ desapareció y ahora pertenezco a una oficina del barrio Santa Mónica que queda a unas dos horas de Pance, si me va bien y logro pasar la rotonda de Ciudad Jardín. La gerente regional se mantiene en Medellín, volando cual mariposa vagarosa. Nadie está autorizado de dar su nombre. Le pregunto al joven que me atendió, si yo estaba en lo cierto de que estaban los bancos y otras empresas importantes despidiendo personal, y me respondió afirmativamente. “Todo lo van a digitalizar. Quedaremos o quedarán muy pocos empleados”.

Supe de un empresario exitoso con muchas ideas y frentes de trabajo, que va a cerrar su oficina, porque todo lo va a hacer desde diferentes ‘outsourcing’ que tienen todo en red. Nadie de carne y hueso es necesario. Pa’ eso están las pantallas.

Curiosamente este gobierno del cambio propone crear empleo. Está en su derecho, además de ser una obligación, pero los desempleados aumentan. Ya no se necesitan administradores, secretarias, subgerentes, ni mensajeros. Dentro de poco las aseadoras desaparecerán, pues están saliendo robots que barren, aspiran, lavan alfombras y limpian vidrios.

¿Qué sucederá con esos miles y miles de hombres y mujeres que están siendo reemplazados por un teclado? ¿De qué sirven los títulos académicos, la experiencia, si ya nadie los necesita?

Los conductores de buses y taxis también están llamados a desaparecer pues están saliendo vehículos que andan solos, paran en los semáforos en rojo, no se chocan. En fin.

Me pellizco a ver si me duele, menos mal me sale un morado. Eso quiere decir que todavía no me he disuelto. No sé si reírme o llorar. Los inodoros japoneses lo limpian a uno con un chorro y luego lo secan con otro de aire. ¿Inventarán algún aparato que nos suene la nariz?

Y en la medicina igual, los aparatos le quitaron la sonrisa a los médicos. El cuerpo humano desapareció como totalidad y estamos resumidos a fragmentos. El meñique necesita un aparato diferente al pulgar, y para diagnosticar una simple amigdalitis se tiene que pasar por todos los aparatos de medicina nuclear. Antes el médico, sonriente, tomaba el termómetro y apretaba la garganta, uno sacaba la lengua, le metían un palito de paleta y pa’ su casa con aguapanela caliente y limón.

No me atrevo a decir que me duelen los juanetes. No me vayan a descuartizar dedo por dedo. Tengo terror a que los médicos de turno no me respeten mi carnet de Morir Dignamente MD. A una amiga del alma se la pasaron por manteca y la vaciaron, sobre todo, si ya llegamos a la tercera adolescencia o a la cuarta, nuestros cuerpos ya no merecen respeto. Son piezas fáciles de experimentar con bisturíes, radiaciones y vejámenes.

Nunca vi a mis papás en ninguna clínica, cada uno murió en su cama, rodeados de amor y no intubados, llenos de catéteres y bolsas de líquidos.

Bueno, hasta aquí llego. Espero volver al estado normal en el que la gente existía y era querida y escuchada. Y los niños se divertían. Ya todos estamos conectados de algo, dependemos de una pila. Ojalá que no se funda antes de tiempo.

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