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Orar es encontrarse con Dios

Se afirma hoy que la persona humana es un ser de relaciones:...

25 de julio de 2010 Por: Arquidiócesis de Cali

Se afirma hoy que la persona humana es un ser de relaciones: con la naturaleza que le rodea, con los demás, que son sus hermanos y hermanas, y con Dios, que le da sentido pleno a su vida. Todo ser humano ha recibido de Dios esta capacidad de relación, que lo hace vivir en comunidad y transcender. A nivel humano pareciera extraño si marido y mujer e hijos y amigos pasaran meses sin dirigirse una sola palabra. No menos grave y preocupante es el hecho de que muchos creyentes pasen mucho tiempo de su vida sin relacionarse con Dios, sin encontrarse con Él de manera frecuente en la oración.La oración no es perder el tiempo, es un encuentro con Dios, que nos ama mucho, nos escucha y quiere lo mejor para sus hijos e hijas. Los creyentes de todas las religiones de la Tierra buscan este encuentro con Dios, de Él somos sus criaturas, sus hijos e hijas, de esto brota la confianza. En la Biblia encontramos el testimonio elocuente de esta experiencia de oración de alabanza, de adoración, de acción de gracias y de súplica humilde que brota del corazón.Desde pequeños, en familia, aprendimos esa bella oración del Padre Nuestro, que Jesús de Nazaret enseñó a sus discípulos cuando estos le pidieron: “Señor, enséñanos a orar”. El Padre Nuestro no es sólo una oración para recitar de memoria, es una oración modelo que pronunció Jesús para enseñarnos a dirigirnos a Dios como padre, para que aprendamos qué tenemos que pedir para nuestra vida y cómo debemos elevar nuestra oración a Dios.Según Jesús, Dios es como el amigo que escucha al amigo inoportuno y necesitado, podemos confiar que siempre acabará por hacernos caso, por acceder a nuestra súplica confiada y humilde. Dios es mejor que el amigo o que los padres. No menospreciemos la oración afirmando que no sirve para nada, no la descuidemos o abandonemos afirmando que: “no tengo tiempo ni sé cómo orar”. Estimemos la oración en nuestra experiencia de discipulado misionero. En la oración nos llenamos de Dios para ser sus testigos en el mundo. Demos espacio suficiente a la oración personal y comunitaria, ella es la fuerza del creyente y la debilidad de Dios, que siempre nos ama y ayuda. Uno tiene tiempo para lo que ama.

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